miércoles, 8 de abril de 2020

El mago Odín: 1a Parte

Empezaré por contaros su historia:


Un 24 de Mayo nació un bebé de pelo negro, con ojos plateados. No lloró cuando salió del vientre de su madre pero su corazón latía fuerte. Era muy querido por sus padres y todos los vecinos del pueblo estaban encantados. 

El bebé empezó a crecer y se convirtió en un niño fuerte, listo, hiperactivo y de buen corazón. 

En el pueblo se conocía todo el mundo ya que no era muy grande y los niños aprendían en casa a leer y escribir, entre otras cosas. Odín ayudaba siempre en las tareas del hogar, sobretodo a la hora de cocinar; le encantaba cocinar junto a su madre, especialmente la repostería. Los otros niños del pueblo, cuando se percataron de ello, se burlaban de él, ya que en aquel entonces, la gastronomía era realizada por las mujeres y los hombres trabajaban en el campo. 

Un día, cuando Odín tenía quince años, estaba cogiendo la fruta que su padre le mandó recoger del árbol que tenían en el jardín. Se quedó solo en el campo y él seguía con su trabajo. Aparecieron nubes negras, se avecinaba una tormenta, o eso es lo que él mismo creía. De pronto, una ráfaga de viento lo rodeó, levantándolo del suelo y empezó a girar. De repente, Odín sintió como un rayo lo atravesaba de cabeza a pies. El viento paró, las nubes se dispersaron y Odín cayó de bruces contra el suelo. 

Cuando abrió los ojos, pudo ver un sol brillante y se levantó despacio. Miró sus manos y vio cómo le salían pequeñas chispas de los dedos, no sabía lo que le estaba pasando. Creía que moriría después de que ese rayo lo atravesara pero no, él estaba ahí, de pie, vivo pero con una sensación muy extraña en su cuerpo. 

  •  Eh, chico. - dijo una voz detrás suyo. Odín se giró y la miró.
  • ¿Quién eres tú? Estas no son tus tierras, como te vea padre… - dijo Odín.
  • No te preocupes por eso, no vengo a robaros la cosecha ni a hacerte daño. Necesito que vengas conmigo, te traeré de vuelta si así lo quieres. 
  • No voy a ir con desconocidos a ninguna parte. - Cogió la fruta que tenía en el saco y se dispuso a marcharse.
  • Por favor, Odín. - Cogiendole del brazo. Él la miró.
  • ¿Como sabes mi nombre? No eres del pueblo, nunca te he visto. 
  • Mi nombre es Iris. Lo sé todo sobre ti. Naciste un 24 de mayo, hace 15 años, en este pueblo, Soturi. Tu padre es Owen y se dedica a vender su cosecha en el mercado del pueblo. Tu madre es Jana, una ama de casa. Sé que la raptaron y se la llevaron al Rey Escocés, donde fue violada y maltratada por él y tu padre fue a rescatarla, cuando tú solo tenías dos años. Ven conmigo y te enseñaré cómo sé todo eso. Por favor. - Le tendió la mano.
  • ¿Cómo sé yo que no eres de palacio y vienes a secuestrarme a mi? 
  • Tendrás que confiar en mi. - Le cogió la mano y Odín sintió que tenía que ir con ella. 

Iris se lo llevó a su guarida y él pudo ver que era una casa un tanto extraña. Habían hierbas de todo tipo, una especie de palo largo que tenía una bola con el dibujo de un dragón con ojos plateados y materiales que jamás había visto. Odín no sabía que era todo aquello, si esa mujer era una especie de bruja, aunque él no creía en esas cosas, o simplemente coleccionaba objetos extraños. 

  • ¿Que es todo esto? - dijo Odín mientras la observaba.
  • Pues un poco de hierbas curativas y cosas… - dijo Iris mientras destapaba un pequeño estanque. - Ven Odín. Te dije que te enseñaría cómo sé todo de ti y de tu familia. Asómate y verás. 

Odín se asomó al estanque y de repente se proyectó su casa y todo lo que hacían sus padres en ese mismo instante. 

  • Padre, madre… - Miró a Iris. - ¿Cómo es posible?
  • Tú también puedes hacerlo. Es magia. Todo lo que ves en mi guarida, son objetos mágicos. Soy una maga y me convertí como tú, mediante un rayo. Soy tu maestra. 
  • No, no, no. Esto no está pasando. Quiero volver a mi casa. 
  • Odín, tienes que hacerte a la idea de que ya no eres un ser humano. Desde que naciste, sabía que serías el elegido. - dijo Iris mientras posaba su mano en su hombro. 
  • Nooo! - Salió corriendo, se adentró en el bosque y lo cruzó sin parar hasta llegar a su casa. Entró y se encerró en su cuarto. 

Pasaron dos semanas y Odín intentó olvidar aquel encuentro con aquella mujer, pero no pudo. Seguía encontrándose extraño y no dejaba de darle vueltas al asunto. 

Ese mismo día, salió a pasear por el pueblo y se encontró con los demás chicos de su edad, los que siempre se metían con él. Como era de esperar, se empezaron a burlar de él nuevamente y alguno le tiraba piedras mientras los demás se reían de su gracia. 

Odín, harto de ese bullying, les plantó cara y tal y como lo hacía, se empezó a mover el suelo, las piedras del camino, se empezaron a levantar y los chicos se quedaron sorprendidos al verlas en el aire, no sabían qué era lo que estaba pasando. De repente, de la ira de Odín, las piedras saltaron hacia los chicos y ellos empezaron a correr cuesta arriba por las calles del pueblo. 

Odín se quedó sin palabras mirándose las manos.


 ¿Aquello lo había hecho él solo? ¿Iris tenía razón? ¿Se había convertido en Mago? 


Se hacía tantas preguntas que se fue lejos del pueblo y empezó a intentar sacar aquellos poderes pero como no tenía ni idea, todo lo que hacía le salía mal. 

Siguió intentándolo durante un mes hasta que decidió acudir a Iris. 

  • Me alegra que hayas decidido volver y aprender. No es fácil controlar tu magia cuando no sabes. - dijo Iris.
  • Lo intenté y no, no es fácil controlarla. Me he hecho varios rasguños por no saber. 
  • Es normal pero yo te ayudaré y podrás. Confías en mi? 
  • Si, confío en ti. Siento no haberte hecho caso antes, Iris. 
  • Tranquilo, me lo esperaba. Por el momento, pocas personas saben que los magos existimos. Te protegeré hasta que sepas cómo usar tus poderes. Estas listo? 
  • Si, estoy listo, maestra. 

Odín tardó seis meses para controlar sus poderes. Día tras día iba a la guarida de Iris a aprender y como era tan listo, controló su magia más rápido de lo que haría un chico de quince años. A Iris le sorprendió pero se sintió muy orgullosa de él; su pequeño aprendiz crecía como mago pero también como persona. 

Un día atacaron el pueblo, fueron unos bandidos de la ciudad. Empezaron por quemar el bosque y como se extendía tan rápido, Odín le dijo a Iris que se encargaría él de la situación, y así fue. Se encaminó por el bosque y con sus poderes, empezó a apagar el fuego mediante el agua que sacaba de sus manos. Cuando lo apagó del todo, fue a por esos bandidos y delante del pueblo, los ató a un árbol y dejó que se encargaran de ellos. 

Los vecinos se quedaron sorprendidos al ver que Odín atrapó a los causantes del fuego; y algunos, pudieron ver que él solo apagaba las llamas. 

Iris le advirtió que no se dejase ver por que podría tener problemas si alguien lo viese; pero a él no le importaba, solo le importaba que su pueblo estuviese a salvo y no se quemase ni muriesen personas. 

Desde ese momento, los vecinos lo miraban con curiosidad y respeto, ya que habían rumores de que él era un ser extraño a causa de que le habían visto apagar el fuego con sus propias manos. 

Como era de esperar, en Soturi, no era un pueblo tranquilo, ni libre de guerras ni de personas que robaban por necesidad o simplemente para no ser castigados por alguien superior a ellos, si no que por ahí habían delincuentes, personas que venían de la ciudad a hacerse con el pueblo y guerras como por cualquier otra parte del mundo. Así pues, Odín se encargó desde los quince años, casi dieciséis, a proteger a sus vecinos. 

Un día, se hallaba en el campo ayudando a su familia con la cosecha. 

  • No me gusta que te expongas delante de guerreros de la corte.
  • Madre, lo hago a conciencia. No permitiré que nadie venga aquí a destruir el pueblo. Viven personas buenas que no han hecho nada. Pagan sus impuestos como todo el mundo. - Le dijo Odín. 
  • Pero si vienen aquí será porque alguien no paga o porque algún vecino está en deuda con ellos. Tampoco quiero que te enfrentes a los ladrones, das tu vida por una persona que no es de tu familia. 
  • Madre por favor, sé lo que hago. No me pasará nada. Puedes estar tranquila. 
  • Tu madre se preocupa por ti. - dijo su padre detrás suyo. - Eres nuestro único hijo y es normal que nos preocupemos pero… dime, como conseguiste tener esos poderes? 
  • Ya os lo conté, me alcanzó un rayo y aparecieron. 
  • Para poder controlarlos, alguien debió de ayudarte, no es así? 
  • Eso no te incumbe, padre. - le dijo mientras le miraba serio. 
  • Quiero saber quien te ayudó. Si pudo ayudarte, podrá quitarte el poder. - le dijo su padre mientras le cogía del brazo. 
  • Yo quiero ese poder. Ahora todo el mundo me respeta, incluso esa panda de muchachos que se metían conmigo por ser distinto a ellos. Me gusta ayudar a los que más lo necesitan, así que, soy el mago del pueblo y así será hasta que me muera. - se soltó bruscamente y siguió trabajando en el campo. 

Su padre Owen deseaba que pronto su hijo sentara la cabeza y dejara todo ese tema de la magia, que buscara a una chica para formar una familia y dedicarse a lo que quisiese; médico, profesor, agricultor, lo que fuese con tal de no usar esos poderes y ser un chico normal como los de su edad. 

Pasó el tiempo. Odín ya tenía veintidós años y seguía con su magia. Nunca había dejado de aprender junto a su maestra Iris. Tenía claro lo que quería ser de mayor; profesor de magia. Crearía una escuela, en el pueblo, para todos aquellos chicos quinceañeros que quisieran aprender magia. Sería el único que enseñaría magia sin necesidad de que ningún rayo cayese sobre ellos; usaría otros métodos para que lo lograsen. 


A sus padres no les hizo ninguna gracia que quisiera dedicarse a eso en un futuro no muy lejano. 

Un día, en el que Odín volvía a su casa después de estar toda la mañana en la guarida de Iris aprendiendo nuevos trucos, vio cómo un grupo de personas estaban agrupadas en la puerta de la casa de una de las familias más conocidas y admiradas del pueblo. Odín se acercó para saber qué ocurría. 

  • ¿Qué está pasando?
  • Doña Asun se encontraba mal en el mercado y se vino a descansar pero empeoró, le empezó a subir la temperatura y empezó a sudar. Su marido e hijos también han caído. - le explicó una vecina. 
  • ¿Pero como? Ayer la vi muy sana y con un buen humor. 
  • Es obra del diablo. - dijo otra vecina. 
  • ¿Del diablo? - se quedó pensativo. 

De repente, el doctor del pueblo salió y les explicó que tenían una especie de gripe así que ordenó a todo el mundo que no saliera de su casa hasta que esa familia estuviese sana. 

Los vecinos se fueron a sus casas asustados y sin entender el porqué de la noche a la mañana, esa familia estaba enferma. 

Odín se marchó a su casa. Mientras cenaba, les comentó a sus padres que habían enfermado los Stuart y que tuvieran cuidado. 

  • Y porqué no los curas tú? Esa magia que tienes, seguro que podrás hacer algo. - dijo Owen.
  • Nunca he intentado curar a alguien, padre. No quiero que empeoren por mi culpa si algo sale mal. 
  • Pues díselo a esa persona que te ayuda a aprender. 

Odín se quedó pensativo pero no dijo nada. Acabó de cenar y se encerró en su cuarto. 

Intentó dormir pero no pudo, estaba tan intranquilo que se fue, esa misma noche, a la guarida de Iris. 

  • Por favor, cada vez empeoran. Necesito que me enseñes a curarlos o simplemente curales tú.
  • Y exponerme delante de tus vecinos? ¿Qué se enteren que una maga ha convivido a las afueras del pueblo durante tantos años y que nunca supieron de mi? No puedo hacer eso, Odín. 
  • Pues enseñarme. No quiero que mueran por esa enfermedad. 

Iris se lo pensó toda la noche, mientras Odín se hallaba en su casa inquieto. Por la mañana a penas desayunó. Se dirigió a la casa de los Stuart y les hizo una visita. Desde allí, oyó unos chillidos de dolor, provenían de la casa de al lado. Se acercó a ver lo que ocurría y efectivamente, la enfermedad se estaba expandiendo muy rápidamente por todo el pueblo; por suerte, Odín parecía estar bien. 

  • Iris, puedes oirme? - dijo Odín mentalmente desde la colina del pueblo.
  • Odín, que ocurre? - dijo la voz de Iris en su mente. 
  • Has de venir inmediatamente al pueblo. La enfermedad se está expandiendo. Si no lo paramos a tiempo, todos morirán, incluso mis padres. 

Iris fue a la colina, dónde se encontraba Odín, mediante un portal que ella misma abrió. 

  • Me alegro de que hayas venido al final. Enseñame a curar y te ayudaré.
  • No quería exponerme pero lo haré por ti. No será fácil, Odín, pero vamos a intentarlo. 

Ambos se fueron a la casa de los Stuart, ya que fueron los primeros en caer. 

Iris le iba explicando a Odín como hacerlo. Ella puso sus dos manos en el pecho del hombre, cerró los ojos e invocó su energía para curarlo pero algo falló. De repente Iris fue empujada sobre una fuerza sobrenatural y la empotró contra la pared. 

  • Iris. - fue Odín y la ayudó a levantarse. - Qué ha pasado?
  • Esto lo ha provocado un mago o maga. - lo miró. - hay una fuerza que está por encima de la mía. 
  • ¿Qué podemos hacer? ¿Cómo podemos deshacernos de esa fuerza y curarlos? 
  • Lo intentaremos los dos a la vez, tal y como te he enseñado y me has visto hacerlo. 
  • De acuerdo, hagamoslo. 

Juntos pusieron las manos sobre el pecho del hombre, cerraron los ojos e invocaron la energía. Aquella fuerza se intentó resistir, tiraba de ellos pero aguantaron, aunque les costó más tiempo de lo que se habían imaginado, consiguieron sacarla del cuerpo del hombre y seguidamente lo curaron. Iris le dio unas hierbas sanadoras y dejó que reposara. 

  • ¿Estas bien?
  • Si, si pero… esto cansa. - dijo Odín.
  • Lo sé, te lo advertí. Esto nos consume la magia y hay que tomarse por lo menos dos horas de descanso para poder continuar.
  • Dos horas? Pero si la enfermedad los consume rápidamente. 
  • Lo sé, pero como volvemos a hacerlo ahora, podemos morir.

Continuará...

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