martes, 31 de marzo de 2020

El rey centauro: Historia




Esta más que una historia de fantasía es mitológica, trata sobre una criatura que en la actualidad se conoce como un híbrido, mezcla entre dos especies diferentes, concretamente en esta historia, nuestro protagonista es un Centauro, un híbrido entre humano y caballo. 

Los centauros se caracterizaban por su cuerpo de caballo, fuerte y rápido cual purasangre y su torso humano, inteligente y capaz de manejar cualquier arma que cayera en sus manos. En concreto la historia trata sobre un joven huérfano que fue adoptado por una amable y cariñosa pareja, que lo crió como a su propio hijo. El muchacho deberá encontrar su camino y conocer su pasado para saber dónde está su lugar en el mundo. 

En esta historia también aparecerán criaturas mitológicas como los sátiros, mitad humano y mitad cabra o los minotauros, mitad hombre y mitad toro, hasta una quimera, un híbrido de varios animales en uno.

El rey centauro: 1a Parte

Así empieza su historia

Su historia comienza en un pequeño pueblo entre montañas, en ese pueblo vivía un niño, pero no era un niño humano, no, era un niño de una especie especial, un centauro, así es, un híbrido mitad humano y mitad caballo. A este pequeño lo encontró una pareja de centauros que vivían en ese pueblo, una noche tormentosa llorando en el hueco de un árbol mientras volvían a casa de recoger frutas y leña.

No dudaron nada en acogerlo y criarlo como si fuera su hijo, al haberlo encontrado una oscura y fría noche de tormenta, la pareja decidió llamarlo Torden, que en noruego significa trueno. El pequeño iba creciendo rodeado de todo el amor que sus padres de daban, no le faltaba de nada y se le hacía fácil hacer amigos.

Una vez cumplió la mayoría de edad sus padres reunieron el suficiente valor para contarle la verdad sobre el día en el que lo encontraron solo, sin nadie que cuidara de él y decidieron que ellos serían sus padres. Sin saber porque el joven ya intuía algo así, era diferente a los demás, mientras que todos los centauros del pueblo eran de colores marrones, negros, blancos y grises, el color de su cuerpo equino era azul oscuro. 

Un día llegó al pueblo un anciano centauro, se paseó por las calles observando a los jóvenes, hasta que de pronto se fijó en ese joven de color azul, así que cuando el chico volvió a su casa, el anciano lo siguió y antes de que entrara en la casa le pidió si podía hablar con sus padres, este les avisó y le dejaron pasar. El anciano les contó una historia:

“Llevo años buscando a este joven, se quien es, se de donde viene y me gustaría que él lo supiera, vengo del lejano reino de Stein, el reino de piedra de los centauros. Hace exactamente 17 años el reino perdió a sus reyes, una joven que servía a la reina se llevó al joven príncipe para esconderlo y protegerlo, pero se que esa joven murió y no se sabía nada del pequeño príncipe hasta hoy. Este muchacho al que habéis criado, es el hijo de nuestro fallecido rey Sterk, el centauro azul, el más fuerte y valiente de todos.”

El joven se quedó sin palabras, dijo centauro azul, él era azul y no había visto a ningún otro que lo fuera. Ahora sabía quien era su familia y aunque era tarde para conocerlos, quería ir al lugar de donde procedía y donde había nacido. Tenía que ir a toda costa conocería a todos aquellos que habían conocido a sus padres, que sabían cómo eran ellos y podían contarle todo, además dijo que era un rey, entonces él debería asumir el trono y cuidar de esa gente.

El anciano miró a ese joven lleno de energía, fuerte y sobretodo se notaba que había sido criado para ser amable y gentil con los demás pese a ese carácter duro que tiene. Entonces de una saca que llevaba, sacó un papel enrollado, lo abrió encima de la mesa, pudieron ver que era un mapa. El anciano le explicó al joven:

“Para llegar al castillo de piedra deberás primero cruzar el río que separa tu pueblo, después te encontrarás con una cueva, en ella habita un ser que te dará problemas, un minotauro, si le vences podrás atravesar las cuevas. Más allá tendrás que cruzar un lago helado que te llevará a las montañas de nieve, allí encontrarás otro desafío, una quimera de las nieves. Si lo consigues llegarás a un bosque donde te esperará Treet el sátiro, él te conducirá hasta el altar de piedra donde está la corona del rey Sterk, al conseguir llegar hasta allí habrás demostrado ser digno de ella. Una vez la tengas en tu poder, Treet te llevará al castillo de piedra donde serás coronado oficialmente.”


El anciano le entregó el mapa al joven, le deseó suerte ya que era demasiado mayor para hacer el camino de vuelta todavía, necesitaba un buen descanso. El joven le agradeció todo lo que la había contado, decidió que aunque le doliera despedirse de los únicos padres a los que había conocido, debía cumplir su destino y recuperar el trono de su padre para que desde donde lo esté observando se sienta orgulloso de su hijo.

Esa mañana se despertó temprano, desayuno junto a sus padres, cogió la alforja que su madre le había preparado con víveres, se lo colocó, se despidió de sus padres y emprendió su camino hacia el río. Mientras se alejaba del único lugar que conocía, amaba y consideraba su hogar, se le iban pasando por la cabeza todos los buenos momentos que allí había vivido, dejaba atrás todo lo que conocía y amaba.

En poco tiempo el joven llegó al río, se dirigió a una zona fácil de cruzar y grácias a sus poderosas patas logró hacerlo sin ningún problema. Solamente llevaba consigo la alforja y un hacha de hierro que su padre había forjado para él y con la que llevaba entrenando desde hace años, al principio le fue muy difícil ya que era demasiado pesada, pero se fue fortaleciendo y acabó por dominarla. 

Se dirigió hacia la cueva que salía en el mapa, cueva en la que según el anciano vivía un ser llamado, minotauro, le contó que los minotauros, mitad toro y mitad hombre, son criaturas fuertes pero no muy inteligentes, debía ser más astuto que ese monstruo para vencerle y así lograr pasar su primera prueba. De pronto se encontró en la entrada de una enorme cueva, le echó valor y se adentró.

Iba avanzando cauteloso, hasta que escuchó una especie de bramido aterrador enfrente de él, acabó llegando a una caverna y al fin vió a aquella criatura el temido minotauro, era enorme pero Torden estaba seguro de poder vencerle.


La enorme criatura se abalanzó entonces sobre el joven Torden, este cogió su hacha con todas sus fuerzas y se dispuso a luchar contra la bestia, que no dejaba de lanzarle ataques con su arma, era muy fuerte como le habían advertido pero era lento, así que aprovechando que el tiene un cuerpo fuerte y cuatro patas, no dos como el minotauro, hizo acopio de todas sus fuerzas, se lanzó contra esa bestia y de una sola estocada con su hacha, acabó con el. Salió prácticamente ileso, solamente había sufrido algún arañazo.

El joven para demostrar que había logrado vencer al minotauro, tomó uno de sus cuernos y se lo guardó. Seguía su camino por las cuevas cuando de pronto escuchó unos lamentos que venían de otra caverna no muy lejos de allí. Llegó a una zona más oscura, encendió una antorcha y no podía creer lo que vió, era una joven centauro, pero de otra clase ya que en vez de tener cuerpo de caballo, ella lo tenía de ciervo.


Ella lo miró con asombro, pero se sintió aliviada de que no fuera aquella horrible bestia, que había vuelto para hacerle daño. Se acercó al joven guerrero que la había salvado, por fin podría salir de aquel horrible lugar y volver a ver la luz del sol. El joven se presentó primero y le contó su historia, la joven estaba conmovida por lo mal que el joven debió pasarlo. Le dijo:

“Encantada de conocerte Torden, me llamo Dawn, soy un centauro del bosque, hace un par de días ese monstruo atacó mi aldea y me llevó con él, estaba tan asustada. Gracias por salvarme, te estaré eternamente agradecida, pero ahora no tengo un hogar al que regresar, por favor déjame que te acompañe. Se que será peligroso y no soy una guerrera, ni podré ayudarte mucho, pero me gustaría hacerte compañía, igual así el viaje no se hace tan pesado.” 

El joven le permitió acompañarlo en su camino, así cuando recuperara el reino de sus padres ella tendría un nuevo hogar igual que él. Ambos salieron de esas oscuras cuevas y siguieron el camino marcado en el mapa por el anciano que fue a visitarlo. Iban parando para comer y descansar, la joven al conocer los bosques iba recolectando comida a medida que se les iba acabando.

A medida que avanzaban se iban conociendo, acabaron llevándose muy bien, ella era agradable y divertida, conseguía hacerle sonreír y eso a él le gustaba y a ella le gustaba que él fuera tan amable, fuerte, valiente y sobretodo sincero, con sus preocupaciones y pensamientos, se hicieron muy amigos. 

Casi un par de agotadores días por los bosques en los que cada vez se veía menos vida y hacía más frío, se estaban acercando a las montañas nevadas. De pronto se encontraron con el gran lago congelado, por el que debían pasar lentamente y con cuidado de no caer en las aguas congeladas y no caerse ya que podrían llegar a lesionarse una de sus patas. Debían cruzarlo y que rodearlo supondría quizás otro par de días.

Hicieron una fogata a orillas del lago para pasar la noche, entrar en calor, comer y descansar. Por la mañana hacía mucho frío, eso era bueno ya que así el lago no se rompería tan fácilmente, pero aguantaría el peso de dos centauros adultos. Empezaron a atravesar el hielo despacio, paso a paso, comprobando que era suficiente resistente para pasar por encima, parecía que iban a tardar mucho en llegar al final, pero no se dieron por vencidos.

Después de un agotador esfuerzo tratando de no resbalar ni romper el hielo, consiguieron al fin llegar a la orilla opuesta del lago, estaban agotados, decidieron descansar pese a que todavía les quedaban horas de luz porque frente a ellos se alzaba una imponente montaña cubierta de nieve. Torden advirtió a Dawn del peligro que allí habitaba pero la joven recalcó que lo acompañaría pasara lo que pasara.

Continuará....

El rey centauro: 2a Parte



De pronto frente a ellos se alzaba la imponente montaña nevada, así que los jóvenes empezaron a subir por esas pendientes rocosas, muchas de ellas cubiertas de nieve, por lo que era más peligroso atravesar esa montaña. A medida que cogían altura hacía más frío, más aire y hasta caían copos de nieve constantemente, hasta que de pronto se levantó una fuerte ventisca, buscaron refugio donde pudieron y esperaron a que pasara la tormenta. 

Una vez la horrible tormenta pasó, ambos salieron de una pequeña cueva poco profunda donde habían conseguido refugiarse y continuaron su camino por las escarpadas laderas de la montaña. Llevaban un rato caminando cuando de pronto escucharon un horrible sonido, se acercaron y allí estaba, la enorme quimera de las nieves, un ser híbrido de varios animales, en este caso tenía cuerpo y una cabeza de oso polar, alas, cola y cabeza de dragón y una cabeza de morsa.


La criatura era enorme, el joven le pidió a la chica que se escondiera para no salir herida mientras él intentaba acabar con la bestia. Sin perder tiempo y cuando se aseguró que Dawn estaba a salvo, atacó a la quimera con todas sus fuerzas, fue una batalla brutal, después de mucho luchar el joven aunque herido venció a la bestia.

La joven salió de su escondite asustada y a la vez sorprendida por el valor y la fuerza que tenía ese joven. Lo miró con admiración al muchacho, él estaba agotado necesitaba recuperar el aliento por esa feroz batalla. Ella se le acercó y con voz amable y dulce le dijo:

“Jamás había visto a un centauro tan fuerte y valiente, estoy segura que llegarás a ser un gran rey cuando llegues al castillo. Ahora será mejor que descanses y me dejes curarte esas heridas, si nos encontramos más peligros necesitarás todas tus fuerzas.” 

Ella le sonrió y él le devolvió la sonrisa con amabilidad, buscaron un lugar donde pasar la noche e intentaron encender un fuego con algo de madera que habían recogido del bosque de más abajo. Dawn preparó unas hierbas que llevaba y le curó las heridas que la quimera le había provocado a Torden. 

De nuevo amanecía, el sol se asomaba detrás de la montaña, ambos se despertaron temprano y siguieron su camino hacia el otro lado de la montaña para descender hacia la siguiente parada en su mapa, el bosque donde un ser debía llevarle hasta la corona de su difunto padre. 

Tardaron prácticamente el día entero en atravesar la montaña y bajar la cara contraria por la que habían subido, a lo lejos se veía el bosque, era un bosque frondoso y muy verde, aunque seguramente tardarían un día más en llegar hasta él. No perdieron tiempo, cuanto antes llegaran allí mejor, bajaron con mucho cuidado y caminaron por una tundra fría y casi sin vida y cuando se acercaban al bosque se les hizo de noche, acamparon debajo del primer árbol que encontraron.

Esa noche la joven Dawn tuvo pesadillas y se despertó agitada y asustada, Torden se despertó al oírla, la observó y la abrazó para intentar tranquilizarla. Ella se sentía muy agusto y protegida entre sus brazos, él le preguntó por sus pesadillas y ella le contó:

“Perdon, no queria despertarte, desde que aquel minotauro del que me salvaste atacó mi pueblo y a mi familia, he tenido pesadillas, las últimas noches me he sentido mucho mejor gracias a ti pero no se por que hoy me han vuelto. Supongo que aun no puedo olvidar lo que pasó.”

El joven la miró con ternura y algo de tristeza, ella también lo había pasado muy mal y estaban en la misma situación, sin sus padres biológicos, aunque él tenía la suerte que sus padres adoptivos seguían a su lado pese a la distancia. Sus miradas se cruzaron y él le dijo:

“No tienes que disculparte por nada, lo que te pasó fue horrible, pero quiero que sepas que no estás sola ya no, estoy aquí y no pienso abandonarte, vendrás conmigo al castillo de piedra y allí tendrás una nueva vida a salvo, te lo prometo.”

Ella sonrió ampliamente a ese valiente joven que sin apenas conocerla la salvó, le permitió acompañarle y hasta se hicieron amigos. Aunque ambos empezaban a sentir algo más que amistad, no se atrevían a hablar del tema por ahora no. Buscaban el momento adecuado para ello, igual cuando todo acabe y no deban pelear más puedan sincerarse.

Acabaron de pasar la noche abrazados, Dawn pudo descansar más tranquila gracias a que sentía cerca a Torden. Cuando aún no salía el sol, muy temprano, Torden la despertó para llegar cuanto antes frente al ser llamado Treet el Sátiro al que tenía que acudir. Juntos los dos jóvenes se adentraron en el espeso bosque, podían oír el cantar de las aves, por su lado pasaban revoloteando pequeñas y risueñas hadas, que parecía que querían guiarlos por el bosque.

Decidieron seguir a esas pequeñas criaturas, no sabían si les llevarían donde se encontraba Treet o hacia otro lugar, pero como era la primera vez que pisaban ese bosque, decidieron arriesgarse y seguirlas de todos modos. 

Finalmente llegaron hasta un gran árbol, era el mayor y más antiguo del bosque en el que se encontraban, observaron que en su base había una gran abertura, que estaba prácticamente cubierta por enredaderas. Las hadas se adentraron entre ellas, seguidas por los dos jóvenes, vieron un hermoso pasaje lleno de vegetación y casi al final vieron un ser de gran altura, parecía casi pertenecer a la corteza del árbol hasta que se movió y los observó.

La criatura no se movió, tampoco habló, solamente estaba ahí de pié observandolos, las hadas revoloteaban a su alrededor, hasta que ese ser las espantó con la mano, pero nuevamente sin mediar palabra. Los jóvenes no sabían qué debían hacer ahora, jamás en su vidas habían visto un sátiro, no sabían si esa criatura lo era o era una especie de guardián que protegía al sátiro. Estuvieron ahí parados unos minutos hasta que la criatura levantó su mano, les pidió sin palabras que se acercaran a él, así que los jóvenes hicieron lo que les pidió.


De cerca esa criatura parecía más aterradora que de lejos, pero lejos de lo que pensaban los jóvenes a primera vista las cosas eran muy distintas. El joven Torden acabó por preguntarle si él era el sátiro al que debía acudir para obtener la corona de su difunto padre. La criatura lo miró con atención y finalmente dijo:

“Bienvenido Torden, hijo de Sterk, difunto rey del castillo de piedra, te estaba esperando. Soy Treet el sátiro al que estás buscando, yo se donde se encuentra la corona del rey centauro puesto que él mismo me la confió para que los que acabaron con su vida no se hicieran con ella, solamente su heredero podrá portarla y reinar en estas tierras. Actualmente no hay ningún rey en el trono, puesto que sin esta corona no se puede gobernar. Puesto que has conseguido llegar hasta aquí, significa que eres digno de portarla. Acompañame.”

Ambos jóvenes siguieron al sátiro hasta las profundidades del bosque, allí vieron a muchas criaturas mágicas, que según les explicaba Treet, se habían refugiado en el bosque oculto del viejo árbol para protegerse cuando atacaron el reino ya que desde entonces no habían dejado de ver enemigos que buscaban sin descanso la corona, por suerte no podían llegar a ese lugar.

Llegaron a un hermoso lago, había un pequeño puente que llegaba hasta una isla en el centro del lago, se detuvieron mientras el sátiro les miraba de nuevo sin mencionar palabra, hasta que de pronto se decidió a hablar, miró fijamente al joven y le dijo: 

“Bien joven príncipe, debes cruzar solo el lago, pero te advierto que allí te espera alguien a quien ya conoces, deberás responder con sinceridad una pregunta, así él sabrá si de verdad eres digno, no debes mostrar avaricia ni ningún deseo oscuro, si lo haces jamás obtendrás la corona. Buena suerte”

Los jóvenes se miraron, Dawn le deseó suerte y él le dijo que no tardaría para que no estuviera sola entre desconocidos, a lo que ella sonrió. Torden comenzó a cruzar el puente con decisión, aunque pensativo sobre quien sería el ser que según el sátiro ya conocía. No tardó mucho en llegar cuando apareció un anciano, era el centauro anciano que había ido a buscarle a su pueblo aquel día, quien le contó de dónde venía y lo mandó a esa aventura.

“Bienvenido Torden, te estaba esperando, en cuanto te dí el mensaje, volví aquí a esperarte, sabía que llegarías y como viejo amigo de tu padre quería ser yo quién si respondes bien a mi pregunta, coronarte como nuestro rey de cual estaré ahí para apoyarte igual que lo hice con tu padre. Puesto que te has criado en un pequeño pueblo quiero saber de qué pasta estás hecho, mi pregunta es. Quieres ser el rey del castillo de piedra, cuidar y proteger a los habitantes de este reino o bien quieres coger la herencia de tu padre y marcharte a vivir una buena vida?”

El joven no podía creer que de verdad le estuviera preguntando algo así, aunque es de entender puesto que él nunca tuvo una vida rica, con mucho dinero y poder, pero tuvo suerte de que sus padres adoptivos lo encontrasen aquella noche y lo criaran y amaran como un hijo. No necesitaba ninguna herencia, así que miró al anciano y le dijo:

“Mis padres me dieron todo lo que un niño pudiera desear, me dieron su amor y me cuidaron sin importarles que no fuera su hijo de sangre, el pueblo me enseñó a ser feliz con poco, no necesito más que devolverles todo aquello que me dieron siendo su rey, quiero proteger a mi gente y evitar que lo que le pasó a mis verdaderos padres vuelva a pasar y deseo que Dawn tenga una nueva vida después de perderlo todo, quiero que esté a mi lado, nada más.”

El anciano lo miró con asombro, no pudo evitar sonreír ya que ese joven le recordaba tanto al difunto rey Sterk, vió en sus ojos la fuerza y el alma de mismo rey, no se lo podía creer pero pese a que el joven no había crecido en un castillo, era noble y tenía madera de rey. El viejo centauro se acercó al joven, posó su mano sobre su hombro y le dijo:

“Sin duda eres hijo suyo, no me cabe ninguna duda de que tu serás un gran rey, tienes todo mi apoyo jovencito, ahora sígueme, es la hora de que se cumpla tu destino, llegó el momento de que tú Torden, hijo de Sterk, te corones como rey del castillo de piedra de los centauros."

Dicho esto ambos se dirigieron al centro de la pequeña isla. Torden no podía acabar de creerse hasta donde le había llevado el destino, hace unos días él era un joven de un pueblo, el hijo de unos centauros campesinos y ahora iba a convertirse en rey. Acabaron llegando a una zona donde justo en el centro había un pequeño altar de piedra, en él descansaba la corona del rey Sterk.


El joven la observó y se quedó sin palabras, había llegado el momento de ocupar el lugar de su difunto padre y proteger a toda la gente que le importaba y que vivía en el reino y necesitaban tener a un buen rey en el trono. 

El anciano se acercó al altar y cogió la corona, se giró hacia el joven y con una amplia sonrisa se acercó al Torden y pronunciando el juramento de los centauros, coronó al joven como nuevo rey del castillo de piedra, como rey de los centauros. Ambos salieron juntos de la pequeña isla, cuando atravesaron el puente todas las criaturas observaron al joven rey y se inclinaron como muestra de respeto.

Una vez se cumplió con la coronación, todas las criaturas que allí se escondían dejaron de temer salir del bosque y acompañaron a su nuevo rey al castillo de piedra, los centauros que habían sobrevivido al ataque de hace años lo veían pasar. A su paso todos le mostraban su respeto con reverencias, él los saludaba amablemente hasta llegar al castillo, allí fué donde el anciano a viva voz, anunció a todas las criaturas allí presentes el nombre de Torden, hijo de Sterk, su nuevo rey.

Todo fueron aplausos y vítores hacia el joven, veía a las criaturas no solamente centauros, felices, se abrazaban y sonreían. Torden y Dawn se instalaron en el castillo, ese día se celebró una gran fiesta en honor al nuevo rey mientras más criaturas iban llegando de otros rincones, incluso la familia adoptiva de Torden llegó, él los abrazó feliz, al fin podía cuidar de ellos y protegerlos como ellos hicieron con él.

Poco tiempo después Torden y Dawn se casaron, ella se convirtió en su reina, estaban muy felices, sabían que después de aquella aventura juntos, podrían superar todo aquello que la vida les tuviera preparado. Meses después tuvieron su primer hijo al que llamaron Sterk igual que al difunto rey, padre de Torden. La vida les sonrió con más pequeños y pese a que tuvieron que seguir librando batallas, superaron todas y cada una como reino y como familia.

Snowland: Historia



Esta es una historia fantástica a la que la envuelve un halo de misterio, el cual lleva a un joven viajero francés a emprender la aventura de su vida. Se enfrentará a cosas que jamás se le habrían pasado por la cabeza, encontrará monstruos y criaturas que para él en su mundo no existen, pero de pronto llega a ese lugar totalmente extraño para él y deberá abrir bien los ojos para enfrentarse a esa posible realidad. ¿Será su última aventura? ¿Será realidad o un simple sueño?.

By: Sara Martos 

Snowland: 1a Parte

Empieza la historia

En algún lugar de Francia vivía un chico valiente, aventurero, rebelde y con ganas de comerse el mundo. Con tan solo 24 años ya había conocido la mayor parte del mundo porque le gustaba viajar en solitario.

¿Será ésta su última aventura?

Tal día como hoy, Aaron, se hallaba en el aeropuerto de París, su ciudad natal. Esperaba su vuelo hacía su nueva aventura: Australia.

Desde pequeño siempre quiso ir de vacaciones para aprender sobre los animales que habitan en dicho país pero no tuvo el suficiente dinero para ir, hasta que ahorró todo lo que pudo y al fin lo consiguió.

Una vez subió al avión, tuvo una extraña sensación pero lo dejó pasar, estaba convencido que el vuelo iría de maravilla y que pronto estaría en tierra.

Pasaron las horas y esa sensación cada vez la sentía más cerca hasta que de pronto, unas terribles turbulencias hizo que Aaron mirase por la ventana, había una gran tormenta y el avión la atravesó hasta que de pronto las nubes desaparecieron. Aaron se relajó pero de pronto vio que no habían pasajeros, la tripulación tampoco se hallaba en el avión; estaba solo.

Cerró los ojos porque creía que estaba en un mal sueño y al abrirlos, se vio envuelto de bonitas flores y el sol alumbrando su rostro.

No sabía dónde estaba, pero de lo que estaba seguro era que ese lugar no era Australia.

Se pasó el día caminando, buscando a ver si había alguien hasta que de pronto, en mitad de un gran bosque, encontró un campamento. Se acercó aliviado, por fin alguien le podría explicar qué era ese lugar y cómo podría volver a su país.

Se acercó a un chico joven y le preguntó:

  • Hola. Perdona, me podría decir que es este lugar? - El chico sacó su espada y le apuntó con ella.
  • Alto ahí, quién eres tú? Eres un bárbaro? - Aaron levantó las manos y se sorprendió de la vestimenta que llevaba el joven; la había visto en películas medievales del siglo XIX. 
  • Soy Aaron, no soy ningún bárbaro. Vengo de París. - Se apresuró a decir.
  • París? - Se echó a reír el joven. De repente pasó un caballero. - Elias, mirad lo que dice, que viene de París. Como si ese lugar existiese. - Elias se lo quedó mirando.
  • Seguro que es un espía de Wonderland. Apresarlo. - Dijo Elias.
Acto seguido, el chico joven, llamado Louis, lo ató mientras Aaron se resistía e intentaba huir, pero le fue imposible, entre 2 chicos más, lo inmovilizaron. El campamento fue levantado. Aaron vio como todos se subían a unos caballos y emprendían la marcha por un camino del bosque.

Pasadas unas horas, a las que a Aaron le parecieron eternas, se percató de que se acercaban hacía una ciudad rodeada de murallas y un gran castillo.

En la entrada de la ciudad, vio un cartel donde ponía: “Bienvenido a Snowland”.

¿Snowland? Se repitió varias veces en su mente; aquello parecía salido de una novela nórdica. 
Los guerreros lo llevaron hasta dentro del castillo, donde el Rey les estaba esperando.
  • ¿Que me traéis? - Dijo el Rey mientras examinaba con la mirada a Aaron.
  • Dice que viene de París, majestad. - Se apresuró a decir Elías inclinando la cabeza ante su Rey.
  • ¿París? ¿Es una nueva aldea? - Dijo el Rey.
  • París es una ciudad, la capital de Francia. - Dijo Aaron sin estar seguro de que hacía bien en hablar.
  • ¿Me tomáis por tonto?
  • Alteza, creemos que es un espía de Wonderland. - Dijo Louis, otro guerrero del Rey.
  • No sé dónde está eso que llamáis Wonderland. Diría que no existe. En ningún mapa está. - Dijo Aaron cada vez más nervioso.
  • Dirigios al Rey como tal. Tened más respeto. - Le propinó un golpe en la cabeza para que Aaron hiciera reverencia.
  • Si no mentís, os dejaremos libre, de lo contrario, veré que hacer con vos. Llevároslo a las mazmorras.
  • Esperad, por favor. No entiendo que hago aquí, ni dónde estoy. ¡Ayudadme! - suplicaba Aaron mientras se lo llevaba un grupo de guerreros a las mazmorras.
Aaron se mantuvo encerrado toda la noche; apenas durmió. No sabía cómo podría salir de ahí, lo que tenía claro es que aquello no era su época ni su país natal.

Pasaron días, en los que le traían comida pero no le dejaban salir ni a ver la luz del sol. 

Un día, Elías fue a buscarlo y lo sacó de las mazmorras. Por fin pudo ver la luz del sol; lo que no se esperaba, era el gran cúmulo de nieve que había en la ciudad.
  • ¿Cuántos días lleva nevando? - Preguntó al guerrero.
  • Todos los días. Aquí suele nevar la mayor parte del año, de ahí su nombre: Snowland. - dijo Elías.
  • Ah, claro. Tengo frío. 
  • Callaos. 
  • A dónde me llevas, digo, me llevais? - dijo Aaron tiritando de frío. 

Elías no respondió, se apresuró a llevarlo ante el Rey.

Una vez cara a cara con el Rey, éste le dijo:

  • ¿Cómo habéis pasado los días? Es agradable poder tomar el fresco, verdad?
  • Si, señor, digo, majestad. - Dijo Aaron mientras le hacía una reverencia. - Es re confortable, ya que ahí abajo no se ve nada y huele… 
  • Bien, pues he pensado que podríais acompañarnos en un nuevo viaje. - Dijo el Rey mientras se levantaba del trono y le rodeaba. - Así podré comprobar si eres un espía o realmente decís la verdad. Si lo sois, os podréis defender muy bien ante los monstruos, si no, igual acabéis muerto.
  • ¿Monstruos? ¿Me tomas el pelo? No existen. Hasta los niños pequeños lo saben. - Aaron se echó a reír mientras cada vez tenía más claro que todo aquello era solo un sueño y que despertaría cuanto antes.
  • ¿Os burláis de lo que dice nuestro Rey? - Dijo Elías mientras le propinaba una patada en la pierna y lo dejó arrodillado ante su majestad.
  • No, no. No malinterpretéis. Yo solo…
  • ¡Callaos! - Dijo el Rey mientras le alzaba la cabeza para que lo mirara a los ojos. - Los monstruos existen, pueden estar en cualquier lugar. Esto no es ningún juego.
El Rey le explicó la ruta que harían ese mismo día y que duraría una semana si todo iba bien.

Aaron se estremecía cada vez que mencionaba los posibles monstruos que se encontrarían en el camino y lo que éstos podían llegar a hacerles.

Se pusieron en camino, le prestaron un caballo y cabalgaron durante 2 horas. Si lo que ellos le contaban era cierto, tendría que estar al tanto por si un monstruo le atacaba.

De repente oyó una voz, una voz conocida para él. Era su madre que le llamaba. Cogió las riendas del caballo y se fue hacia aquella voz. Los caballeros y el Rey se percataron y fueron cuatro detrás de él pensando que huía de ellos pero se percataron de que había una sombra atrayendo a Aaron.

  • No sigáis, parad! Es un monstruo! - Dijo Elías y Aaron paró y le miró. 
  • Es mi madre, no es ningún monstruo.
  • No, no lo es. Hace creer que es alguien que conocéis pero no es así. No os acerquéis más!
Cuando Aaron paró al caballo, la sombra se abalanzó sobre él y le intentó morder pero no pudo porque los guerreros lo apartaron de Aaron y lucharon contra él hasta que consiguieron matarlo.
  • No volváis a alejaros del grupo, es peligroso. - Dijo Louis.
  • Yo… yo pensaba que… - dijo Aaron atónito. 
  • La próxima vez dejaré que os mate. - Dijo Elias mientras se dirigía a incorporarse al grupo de nuevo.
Los demás le siguieron y Aaron también.

Emprendieron el viaje nuevamente. 

Iba anocheciendo y el Rey decidió acampar en pleno bosque. Así fue; una vez construyeron las tiendas donde dormirían, encendieron un fuego para calentarse durante la noche y para hacer la cena. 

Comieron y bebieron salvo Aaron. Solo probó un trozo de carne y no quiso nada más. Se metió en su tienda y empezó a planear un plan de fuga para volver a su país; o al menos intentarlo.

A media noche, se asomó para ver si había alguien despierto y solo vio a varios guerreros del Rey tumbados en el suelo, apestando a alcohol y las tiendas donde se hospedaban el Rey y sus más fieles guerreros estaban cerradas, todos dormían así que Aaron, salió de su tienda y se dirigía, sigilosamente y vigilando a que nadie lo viese, hasta la salida del campamento; allí contempló a dos de los guerreros del Rey, estaban de guardia pero en aquel momento, hablaban entre ellos así que aprovechó para escaparse. Cogió el caballo con el que estuvo montando durante todo el trayecto y emprendió su fuga.

<< Qué fácil ha sido >>; se dijo. << o estaré equivocado? >>

Mientras galopaba, no dejaba de mirar hacia los lados, por si algún monstruo aparecía de repente y le atacaba.

De repente, escuchó un ruido, como si alguien estuviese cerca para dañarle. No lo vio venir y una criatura con cara de humano, con cuatro ojos, cuatro brazos y cuatro manos, se le abalanzó e intentó estrangularlo. Lo agarró por los brazos para inmovilizarlo mientras la tercera mano lo agarraba fuerte del cuello. Aaron intentaba deshacerse de esas manos que lo sujetaban pero no pudo. La criatura, lo alzó y el caballo asustado, huyó.

Aaron empezaba a perder sus fuerzas, intentaba darle patadas para que lo soltara pero la criatura cada vez apretaba más hasta que Aaron perdió el conocimiento.

Pasaron dos días, tal vez cuatro o una semana. Aaron abrió los ojos, no se acordaba de lo que había pasado, solo de la criatura de tres ojos y cuatro brazos, no recordó nada después de haberse desmayado. Miró a su alrededor y se vio dentro de una pequeña morada de piedra, tendido en una cama, con el pecho al descubierto y unas plantas por encima. Se intentó levantar pero algo, o alguien se lo impidió con una rama de árbol.

Aaron pensó que los guerreros del rey lo habían atrapado pero se fijó quien estaba con él.

Primero se fijó en su vestimenta; llevaba un vestido largo y bonito de color rojo. Empezó a subir su mirada hasta que vio un hermoso rostro de una mujer de pelo violeta, con sus ojos azul cielo.

  • No os mováis o no os curaréis. - Dijo la mujer.
  • ¿Quién sois? ¿Dónde estamos? ¿Qué queréis de mi? - Dijo Aaron
  • Aquí las preguntas las haré yo, no vos. - Le dijo hasta que lo tumbó de nuevo.
  • ¿Creéis que con esa rama me haréis daño? - Dijo Aaron mientras reía.
  • No es una rama cualquiera. No me obliguéis a usarla, no os gustaría. Y ahora, responderéis a mis preguntas. ¿Que hacíais en el bosque a esas horas de la noche?
  • Iba a volver a mi hogar, pero no sé que pasó. Apareció una criatura… - Iba a seguir contándole pero ella le interrumpió.
  • Un cuadrópodo. 
  • ¿Un cuadrópodo?
  • Así se llaman esos monstruos. Atacan a su presa de noche, la estrangulan hasta que muere y luego se la comen. - Le explicó la mujer.
  • Pero yo… - La miró. - ¿Vos me salvaste?
  • Os estaría devorando ahora mismo. Dad gracias que pasaba por ahí. 
  • Gracias por salvarme. Que es todo esto que me habéis puesto por el pecho? - Le preguntó mirándose las hierbas.
  • Son hierbas medicinales. Os curará lo antes posible y podréis marchar. De dónde venís?
  • De Pa… de Snowland. - Mintió porque sabía que no le creería si dijera que venía de París, una ciudad de un país que no existía allí.
  • Snowland? Sois un guerrero del Rey?
  • Oh no… yo soy…
  • Os vi acampar junto al Rey. - Le miró. - No podéis mentirme, lo vi. Vi como ibais por el bosque hasta que acampasteis. 
  • De acuerdo, si. Estaba con el Rey pero no soy ningún guerrero. Soy… digamos que soy su invitado en el castillo.
  • Así que invitado… mientes.
Continuará...

Snowland: 2a Parte

La historia continua

La mujer lo miró y de repente se hizo un huracán dentro de la pequeña casa y Aaron notó como algo le cogía de las muñecas y de las piernas para retenerlo; al mirar, se percató de que salían ramas de los laterales de la cama y lo ataban. La miró asustado.

  • No sois humana. - Le dijo casi gritando. - ¿Que sois? ¿Un monstruo?
  • No soy ningún monstruo pero tampoco soy humana. Supongo que os advertieron de que hay muchas criaturas y monstruos por este bosque.
  • Sois una bruja, verdad? - Mirándola sin saber como quitarse de encima las ramas.
  • Os equivocáis. Soy hechicera. Y de aqui no os movereis hasta que me digais la verdad. El Rey os mandó venir a buscarme para matarme?
  • No! Nadie me dijo que existían las brujas, digo, las hechiceras. Por favor, haced que pare y os contaré la verdad.
La hechicera lo miró e hizo que las ramas no apretaran tanto. Aaron se relajó y empezó a contarle que el Rey le tenía prisionero. Que su ciudad se encontraba lejos de allí y no sabía como volver, pero no le contó lo que le ocurrió antes de acabar en aquel lugar.

Ella empezó a entenderle y poco a poco hizo que las ramas se fueran. Le hizo un remedio casero para que se curara lo antes posible.

  • Gracias por curarme. Ya me siento mucho mejor. 
  • No las deis. Como os llamais? - Dijo mientras le preparaba un zurrón dónde le metía fruta, pan y queso.
  • Aaron, mi nombre es Aaron. Y vos? - La miró.
  • Mary. ahora os tenéis que marchar. Os he preparado un zurrón con comida. Os llegará para una semana. Tenéis vuestro caballo afuera esperandoos. 
  • Me dejais marchar así? Necesito vuestra ayuda. - Le dijo desesperado.
  • No puedo ayudaros más. El Rey Alexander vendrá a por vos. Si os quedáis, me traeréis problemas. Marchaos. - Con un hechizo, hizo que Aaron saliese y se olvidase de ese encuentro con aquella mujer llamada Mary.
Aaron emprendió su camino, sin rumbo, a penas conocía el lugar, solamente los caminos por el bosque que emprendió con el grupo de guerreros y del Rey Alexander.

Se hizo de noche y le tocó acampar en mitad del bosque. Solo tenía el zurrón que le había dado Mary. Cuando lo abrió, se percató de que había una manta para resguardarse del frío, ya que estaba todo nevado y pronto volverían a caer los primeros copos de nuevo. También encontró un cuchillo, o parecía un cuchillo. Se dispuso a abrirlo y cuando lo sacó de su funda, el cuchillo se hizo espada. Se imaginó que era para poder abatir a los monstruos que habitaban y pululaban por el lugar. 

No sabía porqué llevaba ese zurrón, ni quién se lo había dado, imaginaba que habría sido algún guerrero real, pero agradeció disponer de esas provisiones. Cenó junto a su caballo, su nuevo amigo al que llamó Alpha. 

Esa noche apenas durmió. Escuchó todo tipo de ruidos durante la noche y solo deseaba que nada ni nadie lo asaltara.

De madrugada, después de comer un poco, se puso en marcha de nuevo por el camino, pero no era el mismo por el cual pasó días atrás. Buscaba alguien que lo ayudara, que creyese que él no era de ese mundo. 

De repente escuchó unos pasos de caballos y voces de jinetes. Reconoció varias voces y se intentó esconder.
  • Hay que atraparlo y llevarlo de nuevo a las mazmorras y que no salga por tiempo! 
  • Majestad, aquí hay huellas de caballo y no son de los nuestros. 
  • Seguro que esta cerca.
Aaron intentó que su caballo Alpha no hiciera ruido, ni se moviera. Intentó camuflarse entre unos árboles y matorrales pero el viento sopló y las ramas se movían de un lado para otro. Uno de los guerreros, detectó una cabeza humana y blindó su espada. Avisó al resto y se encaminaron hacia allí. 

Aaron cogió las riendas de Alpha y empezó a galopar muy rápido. El grupo le seguía, le gritaba que parase o vería las consecuencias. No hizo caso hasta que uno de los guerreros, sacó su arco y le lanzó una flecha; le impactó en el hombro izquierdo y cayó del caballo.

El Rey Alexander se le acercó.
  • Vaya… a quién tenemos aquí? Pudiste escapar y creías que llegarías lejos, verdad? Me sorprende que sigas aún vivo después de llevar un tiempo solo en mitad del bosque. ¿Alguien te ayudó? ¿Alguien de Wonderland? 
  • Ya os dije que no conozco ese lugar. No soy espía! Solo quiero regresar a mi hogar. - dijo Aaron mientras tenía la mano en el hombro.
  • Lo pagaréis. Quitadle la flecha y amarrarlo a su caballo. Volvemos al castillo. - dijo Alexander.
Una vez que le quitaron la flecha, le pusieron un trozo de su camiseta para detener el sangrado, lo montaron sobre Alpha y lo ataron de manos. Seguidamente, emprendieron el camino de vuelta al castillo.

Llegaron a Snowland y amarraron a Aaron en un tronco, en mitad de la plaza principal y lo azotaron veinte veces por haber huido y porque aún no se fiaban de él.

Pasó la mayor parte del tiempo en las mazmorras hasta que un día lo llevaron dónde estaban todos los guerreros cuando entrenaban. Se percató que habían seres extraños que eran golpeados por los guerreros; se hizo a la idea de que los usaban para entrenarse y a si ningún monstruo los sorprendería cada vez que tuviesen que salir de la gran fortaleza para cazar o para cualquier otra cosa.

Le asignaron al guerrero con mejor experiéncia y le enseñó a combatir contra esos seres; ya que si decía la verdad de que no era un espía, podrían reclutarlo y podría ayudarles a defender la ciudad cuando fuese atacada por los monstruos y/o para cuando tuviese que salir a cazar o a combatir contra otros guerreros.

Pasó seis meses en los que Aaron demostró que decía la verdad pero nunca le confesó a nadie de que venía de otro siglo porque sabía que se metería en problemas. El Rey Alexander le ofreció cobijo en el castillo, como un guerrero más. Entrenaba cada día y hacía ya tres meses que salía con sus compañeros a cazar y a enfrentarse a los monstruos. La verdad es que se estaba adaptando a todas las normas con rapidez. 

Un día, se percataron de que un Wonderland había entrado en la ciudad sin ser visto y se había camuflado entre una familia humilde hasta que unos guardianes vieron algo fuera de lo común y lo apresaron y lo interrogaron. Confesó que venía de Wonderland para asesinar al Rey y así la ciudad sería del Rey de Wonderland. Como castigo, lo azotaron cien veces delante de todos los ciudadanos. En ese instante, Aaron, que lo estaba viendo en primera línea, observó que entre el público había una mujer con un bonito vestido blanco y el pelo violeta; le sonaba familiar aquella cara pero no podía recordar quién era ni dónde la había conocido, o simplemente se estaba confundiendo y en realidad nunca la había visto.

La mujer se percató y ambos se miraban a los ojos hasta que ella desapareció.

Aaron se quedó pensativo durante toda la tarde en sus aposentos. Algo le decía que tiempo atrás le había visto. Escuchó un ruido que venía de la ventana y miró. De golpe se abrió la ventana y apareció aquella mujer, se adentró y lo miró.
  • Aaron, veo que os adaptásteis a esta ciudad y a este castillo. - Miró a su alrededor. - Tenéis unos aposentos muy… bonitos. - le miró.
  • ¿Quién sois? ¿Nos conocemos? - Dijo Aaron mientras se levantaba de su lecho y envainaba la espada.
  • Pues… un ser mágico. - Dijo ella acercandose.
  • No os acerquéis. Si sois un monstruo, os mataré. - Apuntandole con la espada.
  • No soy ningún monstruo. Os he dicho que soy un ser mágico. - Levantó el dedo índice, señaló la espada y con su magia se la tiró al suelo. Aaron la miró desconcertado. 
  • No os haré daño. He cuidado de vos durante estos meses y os he visto crecer como guerrero, pero aún os falta práctica para acabar con todos los monstruos que hay.
  • ¿Cómo habéis hecho eso? ¿Yo a vos os conozco, verdad? ¿Sois hechicera?- dijo Aaron.
  • Demasiadas preguntas. Soy Mary. Solo quédate con eso. Tenéis que tener cuidado. Vendrán tiempos malos. Habrá muertes, sangre. Si no tomáis precaución, no podréis volver a vuestro mundo. 
  • ¿A mi mundo? Mi mundo es este. No existe otro más. - Dijo Aaron mientras se sentaba de nuevo en la cama.
  • No me engañáis. He investigado sobre vos, sé que venís de otra época, del futuro. Si me prometéis no decirle a nadie que me conoces y que estoy en la ciudad, no le diré a nadie, ni al Rey siquiera, de que estáis loco y que decís que venís del futuro. - Lo miró desafiante.
  • ¿Y por qué he de confiar en vos? ¿Como sé que no me engañáis y es una trampa? 
  • Porque soy vuestra última esperanza. Solo yo podré sacaros de aqui. Pero aún es pronto y es peligroso.
  • Por favor, si eso es verdad, sacadme de aqui. Os lo suplico. - Dijo Aaron arrodillándose ante Mary.
  • Levantáos. Hacéis el ridículo, guerrero.
  • No puedo creeros. - Se levantó. - Necesito que demostréis que lo que decís es cierto.
  • Solo podéis confiar en mi. Tomad. - Le puso un collar con un dibujo de un dragón. - Os protegerá siempre. 
Dicho eso, le besó en la mejilla y se fue por la ventana. Aaron se tocó el collar y lo miró pensativo. Si aquella mujer había dicho la verdad, igual pronto podría volver a su época.

Pasó un mes, en el que Aaron seguía con su vida allí. De pronto, escuchó gritos desde el castillo; provenían de fuera. Se asomó por una de las ventanas y vio como varios guerreros, vestidos con un uniforme que nunca antes había visto por allí, atacaban a los ciudadanos que se hallaban en el mercado principal. El guerrero más fiel del Rey, entró y avisó a todos los demás. Varios se pusieron en alerta dentro del castillo y alrededores de éste. Aaron se fue con los demás y se adentraron en el mercado. Lucharon codo con codo para que no derramasen más sangre de pobres personas inocentes.

En aquella batalla, perdieron algunos hombres de la guardia real, guerreros que se enfrentaron al enemigo y ciudadanos. 

Del lado contrario, perdieron a varios guerreros pero los que pudieron escapar de esos ataques, entraron al castillo por un pequeño túnel que se dirigía a las mazmorras. Una vez allí, subieron sigilosamente en busca del Rey Alexander pero como era de esperar, los esperaban guardianes reales y los atacaron. 

Se derramó sangre en el castillo hasta que acabaron con los atacantes.

El Rey convocó una reunión con los que siempre le ayudaban en temas de negocios y de guerras. La mayoría decidió ir hasta Wonderland, la ciudad que había ordenado atacarlos para hacerse con la ciudad de Snowland y ser más poderosa. Pero para ello, tendrían que pasar por aquel bosque lleno de monstruos y seres. Emprenderían el viaje dentro de siete días, en los cuales, se prepararían para la gran batalla.

Continuará...

Snowland: 3a Parte

Seguimos con la historia

Cuando quedaban dos días, Aaron se hallaba en el mercado, nervioso por ese viaje que tendría que realizar con el Rey Alexander y sus guerreros. Se paseaba para ver que todo estaba en orden y para despejarse del castillo.

En ese mismo instante, una mano se posó en su espalda y alguien le susurró 
  • Ven conmigo al callejón. Solo.
Aaron se sobresaltó, miró por todos los lados por si alguien le veía y se adentró en el callejón.
  • Vos… otra vez. - Dijo Aaron mirando a la mujer del vestido rojo.
  • Si, soy yo. Sé que os estáis preparando para la batalla contra Wonderland. Tenéis que cuidaros. Tomad. - Le dijo Mary mientras le daba un bote pequeño con un líquido.- Esto que os doy, es una pócima. Cura cualquier herida, sea el mordisco de un monstruo o una herida con la espada. Para ello hay que beberlo y actúa en un minuto. No se lo deis a nadie. Es solo para vos. - dijo Mary.
  • ¿Por que me ayudáis?
  • Por que tenéis un corazón noble y sé que cumplís con vuestra palabra; no le habéis dicho a nadie que me conocéis, otros lo hubiesen hecho para capturarme y decapitarme. 
  • Si es cierto que podéis devolverme a mi época, no tengo porque decirle a los demás que estáis aquí. - Dijo Aaron mirándola.
  • Estoy con vos, Aaron. - dijo Mary mientras le miraba a los ojos y le acariciaba el rostro. - No dejaré que nada os pase, cuidaré de vos.
Aaron se quedó hechizado mirando aquellos ojos azules. Mary era una mujer bastante bella, nunca había visto nada igual. La tomó del rostro con cuidado y la besó en los labios, sintió una sensación de que su cuerpo reaccionaba ante el acto. Mary se dejó besar y le correspondió, intensificó el beso de tal forma que ambos sentían como si el mundo se hubiese parado y solo existieran ellos dos. 

Al abrir los ojos después de aquel beso, Aaron miró a su alrededor; ya no se hallaban en ese callejón, si no en una guarida no muy lejos de Snowland. Mary los había transportado a ambos hasta el interior mediante su magia. Él la miró, sabía lo de su magia así que prefirió no preguntar sobre donde estaban en ese mismo instante.

Mary se tumbó en un lecho que había en un lateral y Aaron se aproximó, se tumbó encima sin hacerle daño y se volvieron a besar. Besos, caricias, sobraban las palabras. Mary se despojó de la vestimenta de él y él de la de ella y dieron rienda suelta al deseo y la pasión que ambos tenían en ese momento.

Después de ese encuentro, tuvieron más momentos íntimos y poco a poco sentían la necesidad de cuidarse y protegerse mutuamente de lo que estaba por llegar. ¿Sería que se estaban enamorando?. Mary nunca más pensó en borrarle parte de la memoria, sabía que era un buen muchacho y no la traicionaría. 

Como era de esperar, el día de ponerse en camino había llegado. La noche anterior, Mary estuvo con él hasta el amanecer. Se despidieron como si fuese la última vez que se verían por si las cosas se complicaban durante el ataque de monstruos o en la batalla que se avecinaba en Wonderland. 

El camino era largo. Wonderland se hallada en el final del bosque y encima de una montaña; tardarían un mes en llegar.

Paraban a descansar por las noches y a comer durante el día. Se despertaban nada más salir el sol y alumbrar sus rostros desde el horizonte.

No era precisamente un sendero donde solo hay árboles, aves, animales, insectos; era un itinerario donde habían cuadropodos y sombras, los cuales Aaron tuvo el “placer” de conocer durante su primer viaje. También se hallaban serpones, que eran una especie de serpiente grande con cabeza de toro y rodeaba a los humanos con su cola de serpiente, se los llevaba lejos y los devoraba de un solo bocado; salteantes, criaturas de estatura y cara humana, con cuerpo de rana que arrancan las piernas y dejan que la presa muera desangrada.

Aaron tuvo que luchar contra todos esos monstruos junto a sus compañeros y el Rey Alexander. 

Por fin llegaron a Wonderland. Se adentraron por las murallas de la ciudad sin que nadie los viera. Se dividieron por grupos y empezaron a atacar a los guerreros, por el asombro, algunos ciudadanos los intentaron ayudar para que los de Snowland no se hicieran con el terreno, pero todos cayeron. El Rey Alexander se adentró en el castillo y luchó contra el rey Bill de Wonderland, hasta que Bill ordenó que lo arrestaran y los guardianes lo cogieron de los brazos justo cuando los guerreros de Snowland entraron para ayudarle.

  • No me sorprende que hayáis venido a mi palacio. - dijo el Rey Bill.
  • Atacastéis a mi pueblo! Murieron mujeres y niños inocentes, hombres que tenían una familia a la que cuidar. No nos ibamos a quedar de brazos cruzados. - dijo el Rey Alexander.
  • Sabéis que Snowland ha de ser mio. Seré yo quien reine estas tierras. 
  • Solo lo queréis para tener un gran ejército y atacar a los demás clanes de los alrededores. Queréis ser poderoso y que todos os supliquen clemencia. Pero no lo permitiré. - djo Alexander mientras intentaba despojarse de la guardia. 
  • Y parecíais tonto. - dijo Bill mientras se reía. - Arrebatarle las armas y sentadle conmigo, seguro que viene hambriento y así podemos hablar de… negocios. - dicho eso, la guarda le quitó a Alexander sus armas y lo sentaron en la silla. 
Alexander no se fiaba de él, en cualquier momento le podrían atacar. No quiso probar ni un solo trozo de pan por si estuviese envenenado, ni bebió alcohol así podría estar sobrio y enterarse de todo lo que ocurriría. 

El Rey Bill intentó que Alexander se sintiese como en casa. Le propuso que si le daba su tierra, podría ser su mano derecha, como si ambos gobernasen el mismo lugar pero teniendo la última palabra él. Al Rey Alexander no le hizo ninguna gracia, así que no aceptó. Él junto a sus guerreros, se hospedaron durante una semana en el castillo de Wonderland pero siempre estaban atentos a todos los movimientos de esas personas. Nadie se fiaba de ningun Wonderlandés, menos del Rey y su guardia.

Un día de esos, el Rey Bill ordenó a una ramera que fuese a donde se aposentaba el Rey Alexander para seducirlo y envenenarlo.

Aaron lo vio y lo escuchó todo, siguió a la ramera y cuando iba a pararla, un guardia de Bill le propinó un golpe en la cabeza y se derrumbó. Se lo llevó a sus aposentos y le echó alcohol por encima para que pareciese que se había emborrachado y lo dejó en la cama.

La ramera intentó seducir a Alexander, lo consiguió y se bebió la copa que ella le ofreció. Mientras la besaba y la acariciaba, el Rey se empezó a sentir mal hasta que se desmayó sobre la cama. La mujer salió y se lo comunicó al Rey Bill. Él subió con algunos de sus guardias pero para su asombro, ya no se hallaba allí. La mujer le insistió en que lo había dejado en la cama, que se había bebido su copa con veneno pero él, tan terco, le abofeteó y le dijo a sus guardias que hicieran con ella lo que toda mujer no quería que le hicieran a la fuerza, violarla. 
  • Aaron, Aaron, despiertad. - Escuchó una voz familiar y empezó a abrir los ojos. - Aaron, soy Mary. - Le decía mientras le curaba el golpe. 
  • Qué ha pasado? - dijo intentando recuperarse.
  • Te golpeó un guardia cuando ibas a impedir que aquella ramera envenenase al Rey Alexander.
  • El Rey… - se levantó de repente e iba a salir pero Mary lo paró. 
  • Él se está curando en una morada que encontré. Despertará en cualquier momento.
  • Te descubrirá. Te…. te matará. - dijo Aaron. 
  • No os preocupéis… si ese es mi futuro, así será. - Dijo Mary mientras le daba la espalda.
  • No, no, me niego! No podéis estar hablando en serio. - dijo Aaron mientras se dirigía a ponerse delante suyo. - Algo se podrá hacer.
  • No hay nada que hacer. 
  • Iré con vos dónde el Rey y os protegeré. - dijo Aaron mientras le acariciaba el rostro. - Nadie os hará daño, lo prometo. - La besó.
Ambos se dirigieron hacia la morada donde se encontraba el Rey Alexander. Esperaron a que despertase.
  • Donde estoy? Qué pasó? - dijo el Rey Alexander mirando hacia los lados hasta que se percató de Aaron y Mary.
  • Estais a salvo. La ramera os envenenó. - dijo Aaron. 
El Rey observó el collar de hechicera que llevaba Mary.
  • Sois…. Sois una hechiceraaa! - gritó y buscó su espada.
  • Ella os ha salvado la vida, mi Rey. Le debéis la vida. 
  • Habéis acudido a una hechicera para que me cure? Hubiera preferido haber muerto. - dijo el Rey cada vez más furioso. - Y mi espada?
  • La tiene el Rey Bill, no os acordáis? Os arrebató las armas. - dijo Mary.
  • Maldita sea.
  • Si quereis morir, adelante, no os voy a salvar la vida nuevamente. - Mary se marchó fuera de la morada.
Alexander se acercó a Aaron y le pegó; se defendió.
  • No os quiero herir, mi Rey. Parad. - dijo Aaron.
  • Hay unas normas. Las hechiceras no son bienvenidas en ningún lugar, son brujas, son malas. 
  • No es cierto. Mary es una buena mujer. Será hechicera pero tiene un corazón enorme y no hace daño a nadie. Dejadla en paz, yo pagaré por ella lo que haga falta. 
  • ¿A caso la amáis? ¿Queréis engendrar hijos con ella? ¿Casaros, tal vez? - le dijo Alexander mientras le miraba con repugnancia. 
  • Pues quizás si. 
Un sirviente del castillo de Wonderland, explicó a los guerreros de Alenxander, que había visto a una mujer llevarse al Rey fuera de la ciudad y ellos fueron a buscarlo.

Continuará...