jueves, 26 de marzo de 2020

Mundo mágico: 2a Parte

Mundo mágico: 2a Parte


Esa mañana se despertaron temprano, decidieron seguir camino cuanto antes, volaron hacia la montaña, parecía desolada y sin señales de vida alguna. Por sus cabezas les pasaban las mismas preguntas; ¿Existirá ese dragón? ¿Encontrarán lo que necesitan para evitar que les ataque? ¿Funcionará lo que les dijo el consejero? ¿El dragón lo aceptará sin más? ¿Conseguirán atravesar la montaña de fuego?.

De nuevo al acercarse a la montaña les esperaba otra cueva, esta a diferencia de la del sabio elfo era más tenebrosa, siniestra y oscura. Nada más entrar se encontraron con un gran roca oscura, en ella se encontraba una escritura, que les mostraba las instrucciones a seguir para conseguir atravesar la montaña.





Los jóvenes leyeron con atención la inscripción de aquella roca, buscaron los agujeros que se mencionan en ella, cuando los encontraron se miraron entre sí para decidir quién se arriesgaría a meter su mano en uno de ellos.


El joven Trevor decidió que sería él quién lo haría, no permitiría que ni su mejor amigo ni las chicas a quienes había cogido mucho cariño se arriesgasen. Juntos observaron los agujeros, una de las chicas enseguida descartó el de la derecha, observó unas telarañas que solía ver en los agujeros de los troncos mientras recogía plantas, son de arañas venenosas. Les quedaban solamente dos agujeros, los observaron con atención durante unos instantes para ver si podían descartar uno más.


Pasados un par de minutos un pequeño ratón trepó hasta los agujeros y entró en el central, de repente escucharon cómo el animal emitió una especie de grito y después nada. Seguro que ahí hay algún depredador, quizás una serpiente. Trevor decidido metió el brazo hasta el codo en el agujero de la izquierda, tanteó y retiró el brazo con un pergamino en la mano, lleno de polvo, los cuatro se juntaron y le echaron un vistazo.



Una vez echado un buen vistazo al mapa del laberinto se pusieron en marcha sin dudar, iban lentos ya que debían parar constantemente para mirar el mapa y asegurarse de que iban en la dirección correcta.

Los minutos se les hacían eternos a los jóvenes, parecía que ese laberinto era eterno, que nunca iban a llegar dónde estaba el tesoro, que no encontrarían a ese dragón y mucho menos que conseguirían salir de allí. Una hora después de haber empezado su camino en ese laberinto, de repente llegaron a una caverna bañada por una luz dorada y vieron que estaba repleta de tesoros, oro, plata y piedras preciosas. Decidieron separarse y recordando lo que estaba escrito en la roca, cada uno buscó la joya más hermosa que pudieran encontrar.

Una vez los cuatro jóvenes encontraron las joyas, buscaron una salida siguiendo el mapa y retomaron el camino para buscar al dragón negro, estaban preocupados, si las piedras no eran de su agrado jamás saldrían de la montaña, no encontrarían la flor del sol y la reina no despertaría nunca de su sueño eterno por lo que el bosque mágico se volverá oscuro y sin vida.

Después de un par de horas más, ya exhaustos, de repente se escuchó un fuerte ruido que venía del final del largo pasillo donde se encontraban. Parecía que al fin habían encontrado la guarida del dragón. Se asomaron con cautela y vieron a la enorme bestia de espaldas a ellos custodiando todo el tesoro que durante siglos le han conseguido llevar unos pocos valientes. Con gran valor se presentaron ante él, le contaron el motivo que les había llevado allí, todo seguido le mostraron las joyas, él las miró hasta que les dijo:

“Vaya vaya, qué jovencitos más osados, habéis conseguido llegar hasta mí y con el pago por dejaros cruzar mi montaña. Las hadas parecéis tan leales a los vuestros, eso es digno de admirar. Todavía estáis lejos de esa isla a la que deseáis ir, pero veo que estáis decididos, bien acepto el pago y os voy a permitir atravesar la montaña, solo hay un camino, seguirlo y saldréis enseguida. Suerte.”

El dragón señaló con su enorme cola la salida de esa caverna, los jóvenes le agradecieron el gesto y todo seguido se dirigieron hacia la salida, felices por haberlo conseguido. Solamente les quedaba atravesar sin ser vistos las tierras de los trols y el desierto antes de llegar a la cala de las sirenas. En sus pensamientos esperan conseguir llegar hasta allí y que esos seres les ayuden a llegar a la isla de la luna.

Una vez atravesada la montaña de fuego, notaron un olor espantoso, horrible, se dieron cuenta que estaban llegando a las ciénagas, allí vivían los seres más sucios, horripilantes y malvados de todo el mundo mágico, además eran enemigos de las hadas, los trolls.

Antes de seguir avanzando decidieron tomarse un descanso, atravesar ese laberinto les había dejado agotados, se refugiaron en una pequeña cueva antes de entrar en los pantanos e hicieron turnos para vigilar mientras dormían. Nada más salir el sol, se despertaron, comieron algo y se pusieron en marcha, intentaban no volar demasiado para no llamar la atención.

Mientras avanzaban por aquellos parajes malolientes observaron que había mucha más actividad de lo normal, ya que los trols se consideraban seres vagos. Vieron a lo lejos a dos trols que mantenían una conversación, así que sigilosamente se acercaron a ver si podían escuchar lo que decían, se estremecieron al oír sus palabras.

“Falta muy poco, casi estamos listos para hacernos con las tierras de las hadas, en unos días no resistirán más, entonces podremos atacar, estarán indefensos y no podrán hacer absolutamente nada. Cuando nuestro líder de la orden partiremos al bosque mágico.”

Los jóvenes no podían creer lo que estaban escuchando, debían apresurarse en llegar a la isla de la luna y encontrar la flor que salvará a su reina y al bosque, no les quedaba mucho tiempo, decidieron echar a volar lo más rápido que se lo permitieran sus alas para atravesar los pantanos y llegar al desierto.

No fue fácil tuvieron que esquivar a muchos trols que iban como locos de un lado a otro, estaban preparando una guerra contra los habitantes del bosque mágico, ellos eran la única esperanza que les quedaba para evitarlo y salvar a los suyos. Finalmente, agotados, consiguieron no ser vistos ni atrapados por esos horribles trols, buscaron un lugar tranquilo y seguro para pasar la noche, estaban agotados, sus alas no podían volar ni un segundo más después del esfuerzo que hicieron para atravesar los pantanos.

Continuará en la siguiente entrada...

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