martes, 31 de marzo de 2020

Snowland: 3a Parte

Seguimos con la historia

Cuando quedaban dos días, Aaron se hallaba en el mercado, nervioso por ese viaje que tendría que realizar con el Rey Alexander y sus guerreros. Se paseaba para ver que todo estaba en orden y para despejarse del castillo.

En ese mismo instante, una mano se posó en su espalda y alguien le susurró 
  • Ven conmigo al callejón. Solo.
Aaron se sobresaltó, miró por todos los lados por si alguien le veía y se adentró en el callejón.
  • Vos… otra vez. - Dijo Aaron mirando a la mujer del vestido rojo.
  • Si, soy yo. Sé que os estáis preparando para la batalla contra Wonderland. Tenéis que cuidaros. Tomad. - Le dijo Mary mientras le daba un bote pequeño con un líquido.- Esto que os doy, es una pócima. Cura cualquier herida, sea el mordisco de un monstruo o una herida con la espada. Para ello hay que beberlo y actúa en un minuto. No se lo deis a nadie. Es solo para vos. - dijo Mary.
  • ¿Por que me ayudáis?
  • Por que tenéis un corazón noble y sé que cumplís con vuestra palabra; no le habéis dicho a nadie que me conocéis, otros lo hubiesen hecho para capturarme y decapitarme. 
  • Si es cierto que podéis devolverme a mi época, no tengo porque decirle a los demás que estáis aquí. - Dijo Aaron mirándola.
  • Estoy con vos, Aaron. - dijo Mary mientras le miraba a los ojos y le acariciaba el rostro. - No dejaré que nada os pase, cuidaré de vos.
Aaron se quedó hechizado mirando aquellos ojos azules. Mary era una mujer bastante bella, nunca había visto nada igual. La tomó del rostro con cuidado y la besó en los labios, sintió una sensación de que su cuerpo reaccionaba ante el acto. Mary se dejó besar y le correspondió, intensificó el beso de tal forma que ambos sentían como si el mundo se hubiese parado y solo existieran ellos dos. 

Al abrir los ojos después de aquel beso, Aaron miró a su alrededor; ya no se hallaban en ese callejón, si no en una guarida no muy lejos de Snowland. Mary los había transportado a ambos hasta el interior mediante su magia. Él la miró, sabía lo de su magia así que prefirió no preguntar sobre donde estaban en ese mismo instante.

Mary se tumbó en un lecho que había en un lateral y Aaron se aproximó, se tumbó encima sin hacerle daño y se volvieron a besar. Besos, caricias, sobraban las palabras. Mary se despojó de la vestimenta de él y él de la de ella y dieron rienda suelta al deseo y la pasión que ambos tenían en ese momento.

Después de ese encuentro, tuvieron más momentos íntimos y poco a poco sentían la necesidad de cuidarse y protegerse mutuamente de lo que estaba por llegar. ¿Sería que se estaban enamorando?. Mary nunca más pensó en borrarle parte de la memoria, sabía que era un buen muchacho y no la traicionaría. 

Como era de esperar, el día de ponerse en camino había llegado. La noche anterior, Mary estuvo con él hasta el amanecer. Se despidieron como si fuese la última vez que se verían por si las cosas se complicaban durante el ataque de monstruos o en la batalla que se avecinaba en Wonderland. 

El camino era largo. Wonderland se hallada en el final del bosque y encima de una montaña; tardarían un mes en llegar.

Paraban a descansar por las noches y a comer durante el día. Se despertaban nada más salir el sol y alumbrar sus rostros desde el horizonte.

No era precisamente un sendero donde solo hay árboles, aves, animales, insectos; era un itinerario donde habían cuadropodos y sombras, los cuales Aaron tuvo el “placer” de conocer durante su primer viaje. También se hallaban serpones, que eran una especie de serpiente grande con cabeza de toro y rodeaba a los humanos con su cola de serpiente, se los llevaba lejos y los devoraba de un solo bocado; salteantes, criaturas de estatura y cara humana, con cuerpo de rana que arrancan las piernas y dejan que la presa muera desangrada.

Aaron tuvo que luchar contra todos esos monstruos junto a sus compañeros y el Rey Alexander. 

Por fin llegaron a Wonderland. Se adentraron por las murallas de la ciudad sin que nadie los viera. Se dividieron por grupos y empezaron a atacar a los guerreros, por el asombro, algunos ciudadanos los intentaron ayudar para que los de Snowland no se hicieran con el terreno, pero todos cayeron. El Rey Alexander se adentró en el castillo y luchó contra el rey Bill de Wonderland, hasta que Bill ordenó que lo arrestaran y los guardianes lo cogieron de los brazos justo cuando los guerreros de Snowland entraron para ayudarle.

  • No me sorprende que hayáis venido a mi palacio. - dijo el Rey Bill.
  • Atacastéis a mi pueblo! Murieron mujeres y niños inocentes, hombres que tenían una familia a la que cuidar. No nos ibamos a quedar de brazos cruzados. - dijo el Rey Alexander.
  • Sabéis que Snowland ha de ser mio. Seré yo quien reine estas tierras. 
  • Solo lo queréis para tener un gran ejército y atacar a los demás clanes de los alrededores. Queréis ser poderoso y que todos os supliquen clemencia. Pero no lo permitiré. - djo Alexander mientras intentaba despojarse de la guardia. 
  • Y parecíais tonto. - dijo Bill mientras se reía. - Arrebatarle las armas y sentadle conmigo, seguro que viene hambriento y así podemos hablar de… negocios. - dicho eso, la guarda le quitó a Alexander sus armas y lo sentaron en la silla. 
Alexander no se fiaba de él, en cualquier momento le podrían atacar. No quiso probar ni un solo trozo de pan por si estuviese envenenado, ni bebió alcohol así podría estar sobrio y enterarse de todo lo que ocurriría. 

El Rey Bill intentó que Alexander se sintiese como en casa. Le propuso que si le daba su tierra, podría ser su mano derecha, como si ambos gobernasen el mismo lugar pero teniendo la última palabra él. Al Rey Alexander no le hizo ninguna gracia, así que no aceptó. Él junto a sus guerreros, se hospedaron durante una semana en el castillo de Wonderland pero siempre estaban atentos a todos los movimientos de esas personas. Nadie se fiaba de ningun Wonderlandés, menos del Rey y su guardia.

Un día de esos, el Rey Bill ordenó a una ramera que fuese a donde se aposentaba el Rey Alexander para seducirlo y envenenarlo.

Aaron lo vio y lo escuchó todo, siguió a la ramera y cuando iba a pararla, un guardia de Bill le propinó un golpe en la cabeza y se derrumbó. Se lo llevó a sus aposentos y le echó alcohol por encima para que pareciese que se había emborrachado y lo dejó en la cama.

La ramera intentó seducir a Alexander, lo consiguió y se bebió la copa que ella le ofreció. Mientras la besaba y la acariciaba, el Rey se empezó a sentir mal hasta que se desmayó sobre la cama. La mujer salió y se lo comunicó al Rey Bill. Él subió con algunos de sus guardias pero para su asombro, ya no se hallaba allí. La mujer le insistió en que lo había dejado en la cama, que se había bebido su copa con veneno pero él, tan terco, le abofeteó y le dijo a sus guardias que hicieran con ella lo que toda mujer no quería que le hicieran a la fuerza, violarla. 
  • Aaron, Aaron, despiertad. - Escuchó una voz familiar y empezó a abrir los ojos. - Aaron, soy Mary. - Le decía mientras le curaba el golpe. 
  • Qué ha pasado? - dijo intentando recuperarse.
  • Te golpeó un guardia cuando ibas a impedir que aquella ramera envenenase al Rey Alexander.
  • El Rey… - se levantó de repente e iba a salir pero Mary lo paró. 
  • Él se está curando en una morada que encontré. Despertará en cualquier momento.
  • Te descubrirá. Te…. te matará. - dijo Aaron. 
  • No os preocupéis… si ese es mi futuro, así será. - Dijo Mary mientras le daba la espalda.
  • No, no, me niego! No podéis estar hablando en serio. - dijo Aaron mientras se dirigía a ponerse delante suyo. - Algo se podrá hacer.
  • No hay nada que hacer. 
  • Iré con vos dónde el Rey y os protegeré. - dijo Aaron mientras le acariciaba el rostro. - Nadie os hará daño, lo prometo. - La besó.
Ambos se dirigieron hacia la morada donde se encontraba el Rey Alexander. Esperaron a que despertase.
  • Donde estoy? Qué pasó? - dijo el Rey Alexander mirando hacia los lados hasta que se percató de Aaron y Mary.
  • Estais a salvo. La ramera os envenenó. - dijo Aaron. 
El Rey observó el collar de hechicera que llevaba Mary.
  • Sois…. Sois una hechiceraaa! - gritó y buscó su espada.
  • Ella os ha salvado la vida, mi Rey. Le debéis la vida. 
  • Habéis acudido a una hechicera para que me cure? Hubiera preferido haber muerto. - dijo el Rey cada vez más furioso. - Y mi espada?
  • La tiene el Rey Bill, no os acordáis? Os arrebató las armas. - dijo Mary.
  • Maldita sea.
  • Si quereis morir, adelante, no os voy a salvar la vida nuevamente. - Mary se marchó fuera de la morada.
Alexander se acercó a Aaron y le pegó; se defendió.
  • No os quiero herir, mi Rey. Parad. - dijo Aaron.
  • Hay unas normas. Las hechiceras no son bienvenidas en ningún lugar, son brujas, son malas. 
  • No es cierto. Mary es una buena mujer. Será hechicera pero tiene un corazón enorme y no hace daño a nadie. Dejadla en paz, yo pagaré por ella lo que haga falta. 
  • ¿A caso la amáis? ¿Queréis engendrar hijos con ella? ¿Casaros, tal vez? - le dijo Alexander mientras le miraba con repugnancia. 
  • Pues quizás si. 
Un sirviente del castillo de Wonderland, explicó a los guerreros de Alenxander, que había visto a una mujer llevarse al Rey fuera de la ciudad y ellos fueron a buscarlo.

Continuará...

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