De camino a la isla
Una vez que llegó allí todo parecía tranquilo, no veía nada extraño ni fuera de lo normal en un pantano, caminó por el lugar buscando a aquello a lo que temía la gente del poblado cercano. Pasó un rato hasta que el pequeño dragón se dió cuenta que bajo las aguas de aquel lugar había algo que nadaba sin apenas ser visto, una criatura más grande que él del cual solamente se le veía sobre el agua una especie de cresta. Acabó por emerger un joven dragón azul de mayor tamaño que el pequeño que acompañaba a Jorge pero se notaba que también era una cría.
Jorge observó al dragón azul que les miraba algo extrañado, nunca había visto a otro dragón en su corta vida y menos acompañando a un humano. El joven sabía que no podía dejar a esa criatura en ese lugar, si la gente del pueblo lo descubria seguramente lo matarían fuese por sus huesos y escamas o simplemente por tenerle miedo. Pero no fue el joven quien le habló al dragón azul, su joven amigo el pequeño dragón le dijo:
“Hola amigo, este no es un buen lugar para ti, deberías venir con nosotros, este chico va a llevarme de vuelta con mi familia a la isla de los dragones. Es peligroso que te quedes aquí la gente del pueblo te acabará viendo y seguramente te den caza, puedes confiar en este chico se llama Jorge y se convertirá en el caballero del dragón.”
El dragón azul les miró algo desconfiado pero pasados unos minutos acabó por comprender que ese pequeño tenía razón había visto de que eran capaces los humanos cuando algo les da miedo y aunque el de momento había tenido suerte era hora de irse de ese lugar y volver con los suyos a la isla, si ese joven humano podía llevarlo le seguiría donde hiciera falta, además puede entenderle. Ahora Jorge pensaba cómo podría viajar con el dragón azul sin que nadie lo viera, así que recaudó unas monedas para comprar un carro con caballo para viajar más rápido y poder llevar a ambos dragones en un lugar seguro.
Llegaron días después a unas colinas, estaban casi desérticas lo que suponía que por fin estaban llegando a la costa, no tardarían en ver a lo lejos el mar del norte. Iban caminando por ese terreno repleto de matorrales cuando de repente el joven detuvo al caballo, el carro se paró, entonces los dos dragones se asomaron para ver qué pasaba, fue entonces cuando se dieron cuenta que en el suelo había varios huevos enormes, a Jorge no le cabía la menor duda que eran huevos de dragón.
Jorge recordó que el día anterior pasaron por un pueblo que tristemente estaba celebrando que habían abatido a un hermoso dragón oscuro con alas rojas, así que inmediatamente pensó que esos huevos podrían ser de ese pobre animal que cayó en manos humanas y desgraciadamente lo pagó con su vida. El joven se dijo a sí mismo que no permitiría que eso volviera a pasar, recogió los huevos para protegerlos i llevarlos junto a él y sus dos amigos dragones a la isla con los suyos.
El joven y sus amigos escamosos lograron llegar hasta un pueblo de pescadores, se detuvieron alejados para que no descubrieran a los dragones y Jorge se acercó a la gente para saber las leyendas que se contaban por esa zona sobre los dragones. Para su sorpresa esa gente no parecía temerles sino más bien venerarlos, sobretodo a los dragones marinos que atraían hacia sus redes a los peces, eso alegró mucho al joven que se atrevió a preguntarles por la leyenda del caballero, al ver que la conocían preguntó por la isla, un anciano amable le contestó:
“La isla de los dragones está hacia el este desde aquí, aunque nadie se ha atrevido nunca a ir hasta allí y este es el único puerto que hay, nosotros protegemos el puerto de malas personas, aquellas que solamente quieren matar a los dragones por avaricia o creencias absurdas. Esas criaturas nos ayudan mucho a conseguir nuestro sustento, se lo debemos y si tu dices ser el caballero que puede entender y hasta con el tiempo llegar a controlarlos quieres ir para protegerlos y devolver a unos pequeños a su hogar con gusto te daremos un buen barco para que puedas lograrlo.”
Dicho esto el anciano acompañó al joven hasta los barcos y le ofreció el mejor que tenían a cambio Jorge les entregó el caballo y el carro que no iba a necesitar más. Subió a sus amigos a bordo, se despidió de la amable gente del pueblo pesquero y zarparon hacia la isla sin perder más tiempo. En todo ese viaje el joven había estado practicando con la espada, quería ser un caballero diestro para ser capaz de llevar a cabo su misión de proteger a esas criaturas.
Navegaron por las aguas del mar del norte, a medida que se acercaban a la isla notaban más actividad, la isla estaba rodeada por una niebla espesa en el aire y remolinos en el agua, entonces el dragón azul se zambulló al agua para guiar al barco entre los remolinos, mientras el pequeño dragón que en ese tiempo era de mayor tamaño, batía sus alas con fuerza par disipar la niebla.
Finalmente avistaron la isla, enseguida vieron dragones en el aire volando majestuosos, dragones en el mar nadando ágiles y más a lo lejos veían dragones caminando por la isla. Lo habían logrado habían llegado a su destino, ahora el joven sabía lo que debía hacer, al bajar del barco, dejó los huevos, los dragones lo observaban y vieron a los pequeños que lo acompañan. Al darse cuenta de que había llegado el elegido, los dragones le mostraron una casa desde la cual se veía toda la isla, pero no era todo, dentro le esperaba la armadura del caballero que ha tantos antes había pertenecido.
Jorge se la puso sin dudar, vivió en la isla cuidando a los dragones, luchando contra aquellos que querían hacerles daño, llegó a ser el mejor caballero del dragón de todos los tiempos y consiguió controlar a los dragones para guiarlos.
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