miércoles, 8 de abril de 2020

Las hijas de la tierra: 1a Parte

Así empieza su historia


Las tres jóvenes muchachas vivían bastante tranquilas en su bosque, cuidaban de él con todo su cariño, era todo lo que tenían, el bosque, las plantas, los animales, el agua y entre ellas, no habían visto otros tipos de vida, al menos no todavía. 

Ellas exploraban cada rincón de su hogar, deseaban conocer a otras criaturas que no fueran animales y también deseaban saber cuales de esas criaturas serían de fiar y cuales existían solo para hacer daño, entendían que debían ser desconfiadas para evitar que alguien en quien acabasen confiando les hiciera algún mal a ellas o a su amada madre. 

Un buen día sin previo aviso escucharon un extraño ruido en el bosque, decidieron ir a explorar ya que no era un sonido normal, nunca antes habían oído algo parecido. Se adentraron en el bosque hasta que extrañadas se quedaron observando a un grupo de enanos, eso seres estaban talando algunos árboles de su bosque, las muchachas no podían permitir aquello.

Decidieron que Danae que era la protectora de las plantas les diera una lección, la joven comenzó a hacer salir enredaderas de todas partes, estas atraparon las herramientas de los enanos y amenazaban con hacerles daño con ellas. Los enanos asustados se marcharon del lugar, las hermanas se abrazaron satisfechas, ellas no querían hacer daño a nadie, así que se alegraron que un susto bastara. 

Las muchachas seguían vigilando su amado bosque día tras día, hasta que un día escucharon a alguien pedir ayuda, era una vocecita que apenas se escuchaba, las hermanas se acercaron hasta llegar al río y vieron a una pequeña hada revolotear descontrolada por encima del agua, parecía asustada y preocupada.


La pequeña hada voló lo más rápido que se lo permitían sus pequeñas alas, no se dió cuenta que las hermanas estaban ahí hasta que se topó de bruces contra ellas, las miró y entre lágrimas les contó:

“Vosotras debéis ser las hijas de la madre tierra, ella avisó a todas las criaturas del bosque de que estabais por aquí, os estaba buscando, necesito vuestra ayuda. Un grupo de enanos ha bajado de las montañas, nos quieren capturar para vendernos a cambio de joyas y minerales, sus minas se han agotado y necesitan materiales para forjar sus armas. Estamos muy asustados, no sabemos donde escondernos.”

Ellas observaron a la pequeña hada, por cómo le temblaba la voz sabían que decía la verdad, el temor que mostraba no podía ser una broma, pero por qué motivo de pronto los enanos están haciendo todas esas maldades que antes jamás habían echo, debían salvar a las hadas pero también debían intentar enterarse de que les había pasado a esos enanos.

Acompañaron a la pequeña hada a través del bosque hasta donde vivía con las demás hadas, no vieron a ninguna otra por ahí, estaban preocupadas por si se las habían llevado a todas, hasta que algunas salieron de sus escondites para ver si había pasado el peligro y al ver que su amiga había llevado ayuda todos estaban aliviados. 

De pronto apareció un hada más pequeña que las demás puesto que era todavía una niña, miró a las tres jóvenes que acababan de llegar y entre sollozos les dijo que esos enanos se habían llevado a su madre, que la echaba de menos y quería volver a verla. Las hermanas se miraron entre sí, entonces Danae miró a la pequeña y le dijo:

“No te preocupes pequeña, nosotras encontraremos a tu madre y al resto de hadas que se han llevado y os las traeremos a salvo, pero tenéis que decirnos donde podemos encontrar a esos enanos, no sabemos nada de las montañas.” 

Las hadas les contaron donde vivían esos enanos, les dijeron que tuvieran cuidado ya que saben proteger muy bien su hogar y no les gusta que haya intrusos en su montaña, ellas también les entregaron a cada una, una bolsita con unos polvos de hadas, cada uno servía para algo en concreto, el polvo rosa dormía a aquel que lo inspirase, el naranja irritaba los ojos al entrar en contado y el amarillo producía una fuerte luz que podía cegar a quien lo mirase.

Así pues las hermanas se dirigieron hacia la montaña donde vivían los enanos, el hada que las había encontrado las guió hasta la falda de la montaña, después de pedirles que tuvieran cuidado, esta se marchó de vuelta con las demás hadas. Las jóvenes empezaron a trepar por la montaña buscando la entrada a las galerías de los enanos. Encontraron una entrada y después de asegurarse que no había ningún enano en la entrada, las tres se adentraron en la montaña con sigilo. 

Consiguieron llegar hasta una caverna sin ser vistas y allí encontraron muchas jaulas de mimbre colgando del techo y en ellas estaban las hadas cautivas. Las muchachas empezaron a liberarlas pero de pronto una horrible voz dijo:

“Alto ahí, quienes sois vosotras y qué hacéis con nuestra mercancía para intercambio, estáis en un buen lío jovencitas, con los enanos no se juega. Necesitamos a esas hadas para conseguir material para nuestras forjas ya no queda nada en las minas y no sabemos ni porqué ni qué más podemos hacer.”

Las muchachas miraron al enano, era bajito y rollizo, con una larga barba que casi le tocaba el suelo, pero Kaia que tenía mucho carácter y no le gustó que dijera que esas pequeñas hadas eran solamente mercancías se enfrentó al enano y le dijo enfadada: 

“Así que solamente son mercancías, no son seres vivos con derechos, no? Vosotros no sois nadie para encerrarlas y mucho menos para venderlas por unas piedras, deberíais haber pedido ayuda. Somos las hijas de la madre tierra y estamos aquí para cuidar de todo y de todos por igual, así que dejaréis que ellas se vayan y nosotras investigaremos vuestro problema.”

El enano les pidió que esperasen, fue a contarle el trato a su rey, este no vio problema en considerar la oferta de las muchachas, las dejo reunirse con el, todo seguido permitió a las hadas volver a sus casas. Después de que todas las hadas se hubieran marchado, guiaron a las muchachas hasta las minas para que viesen con sus propios ojos que no quedaba nada, ni una sola piedra preciosa ni una sola piedra mineral de ninguna clase.

Las hermanas exploraron las minas, no entendían cómo de pronto no se encontraba ni un solo mineral, continuaron viendo mina tras mina, pero la montaña era enorme y sabían que no habían explorado todo aún. De pronto observaron un pequeño agujero en una de las paredes, no podían saber qué había detrás, de modo que pidieron a un hada si podía entrar y decires si quedaban todavía minas sin encontrar. La pequeña hada exploró ese agujero y después de un rato salió con una pequeña piedra, parecía un diamante.

Los enanos estaban encantados, todavía no habían explorado por ahí pero era porque temían lo que pudiesen encontrar al otro lado de esa gruesa pared. Además hace tiempo mandaron a un enano a explorar esa zona, les dijo que no había absolutamente nada en ese lado de la montaña, le creyeron y no exploraron, pero observaron que ese enano desapareció y nadie sabía dónde se había ido. Kaia volvió a enfadarse y les dijo:

“Está claro que ese enano os ha mentido y en cuanto a dónde está, pues es muy claro y fácil, estará en el otro lado con toda esa riqueza para él solo y seguro que se está haciendo más rico vendiendo armas con el metal que saca del otro lado de la montaña.”

Los enanos enfurecieron, reunieron a todos los suyos y empezaron a picar la pared que daba al túnel donde el hada encontró el diamante. Acabaron derribando la pared que les separaba de ese túnel, avanzaron por él y llegaron a una gran caverna toda llena de joyas preciosas, pero eso no era todo, había pasillos llenos de oro, plata y otros minerales.

Escucharon como si alguien estuviera picando en algún lugar de la nueva mina, así que buscaron por todas partes hasta que encontraron al enano responsable de todo el caos que se había creado, los enanos enfadados, expulsaron al enano traidor de la montaña por haber mentido a los suyos y su rey. 

Una vez todo resuelto las tres hermanas regresaron donde vivían las hadas para asegurarse que todas habían llegado sanas y a salvo. Las pequeñas hadas hicieron una gran celebración para agradecer a las hermanas su ayuda, una vez acabada la fiesta, las tres volvieron a casa a descansar para empezar el día siguiente con energía. 

A la mañana siguiente las muchachas decidieron explorar más a fondo el enorme bosque, igual había más criaturas que necesitaban ayuda o simplemente para conocerlas y hacer nuevos amigos. Observaron a orillas del río a un grupo de trols, nunca habían visto a ninguno pero las hadas les hablaron de ellos, eran sucios y no respetaban la naturaleza. Esas criaturas estaban vertiendo al río toda clase de porquería y suciedad. 

La joven Meredith que solía ser una chica sonriente, de pronto cambió su actitud por completo, estaba furiosa, no podía permitir que nadie ensuciara las hermosas y cristalinas aguas del bosque. Atravesó el río saltando por encima de unas grandes piedras hasta llegar al otro lado y sorprendió a los trols.

“Vosotros horribles criaturas, eso que estáis haciendo es imperdonable, no tenéis derecho a ensuciar las aguas del bosque con vuestra basura, yo Meredith, hija de la madre tierra y protectora de las aguas del bosque os castigaré como os merecéis.”

Los trols observaron a esa jovencita con seriedad, hasta que todos se echaron a reír, no creían que una niña pudiera hacerles ningún daño. Eso enfadó aún más a Meredith que usando el bastón concedido por su madre, elevó el agua del río sobre los trols e hizo que toda la basura que ellos habían derramado en ella cayese encima de esos seres.

Ese acto hizo que los trols, se marcharan corriendo llevándose con ellos toda la inmundicia que habían tirado en el río. La joven Meredith estaba orgullosa de sí misma por haber conseguido resolver el problema y haber dejado el río tan limpio y transparente como estaba antes de que esas criaturas lo ensuciasen.

Las muchachas iban creciendo, ganando experiencia y conociendo a todas las criaturas que habitaban en el bosque, hasta ya sabían cuáles eran las más propensas a meterse en líos. Creían que todo iría bien, pero estaban equivocadas, todavía les quedaba por conocer a la peor criatura, la que peor trataba a la naturaleza, no eran criaturas mágicas ni siquiera tenían ningún poder, esas criaturas, eran los humanos.

Una vez cumplieron la mayoría de edad, eran tres jovencitas muy guapas, pero jamás perdieron su esencia, esa con la que nacieron y la que les hacía ser ellas mismas. Un día de primavera la joven Danae, estaba paseando entre las flores cuando escuchó una voz, una que no había oído nunca, esa voz se dirigía a ella:

“Hola señorita, te has perdido?, nunca había visto a una chica como tú, llevas una ropa muy extraña y hasta una especie de cetro, eres alguna especie de bruja?”

Danae se dió la vuelta y vió a un joven, era un chico muy apuesto que la miraba fijamente, este le sonrió amablemente, ella algo desconfiada, se dió media vuelta para marcharse pero no sin antes decirle unas palabras al joven.

“Si has venido a dañar de alguna forma este bosque o a alguno de sus habitantes más vale que te marches o mis hermanas y yo nos encargaremos de que no vuelvas por aquí, este es nuestro hogar y lo protegeremos de todo aquel que quiera dañarlo.”

Dicho eso la muchacha desapareció entres lo árboles, dejando al muchacho con la palabra en la boca y muy sorprendido por la actitud de la joven. No entendía a qué se debía su postura a la defensiva, ni si él había dicho algo malo para hacer enfadar a esa chica. Se quedó de pié mirando hacia los árboles hasta que se marchó, pero sabía que debía volver para saber qué le pasaba a la joven y sobretodo quién era ella.

Una bonita mañana, las jóvenes estaban pasando el rato en la cascada, cuando de pronto escucharon unas ramas crujir, miraron hacia los ruidos y vieron salir de entre los arbustos a tres muchachos. Danae se fijó en uno de ellos y se sorprendió, era él, el chico del otro día, el que le preguntó si era bruja. Sus hermanas se dieron cuenta de la reacción de Danae y miraron con desconfianza a los chicos.




“Hola, antes de que vuelvas a marcharte deja que me explique porfavor, yo y mis hermanos estamos aquí para evitar que un grupo de hombres malvados consigan lo que buscan. Esos hombres están buscando oro, saben que lo hay en las montañas, si lo consiguen pretenden gobernar sobre los demás con crueldad.” 

Las tres hermanas observaron a los jóvenes con alguna duda, no tenían del todo claro poder confiar en esos tres chicos que habían aparecido de la nada y que según ellos querían hacer algo bueno. Ellas se quedaron pensando que si esos humanos buscaban el oro, destrozarían todo lo que se interpusiera en su camino para llegar a él, incluso podrían ser capaces de hacer daño a las criaturas que poseían ese oro, sus nuevos amigos, los enanos de las montañas.

Decidieron ir a avisar a los enanos lo antes posible por si no eran capaces de detener a los humanos en el bosque, que ellos estuvieran preparados para defender su hogar. Dejaron que los muchachos las acompañaran para que les dijeran por donde llegarían esos humanos a las montañas. Al llegar allí entraron por los túneles y se reunieron con el rey de los enanos, le contaron todo lo que pasaba y este ordenó que se tomaran medidas inmediatas. Los jóvenes volvieron al bosque para intentar parar a los humanos que se acercaban con malas intenciones.


Los tres muchachos se ofrecieron para distraer a los humanos para que ellas pudieran hacer algo para echarlos del bosque, podían ver la avaricia que movía a esa gente a adentrarse en el bosque pese a los peligros y seres mágicos que allí habitaban. Si eran tan malvados como decían los chicos, debían impedir a toda costa que consiguieran ese oro. Provocaron terremotos, hicieron crecer plantas gigantes, revolvieron las aguas, hasta invocaron a las grandes bestias para que esos hombres volvieran por donde habían venido y no regresaran jamás.

Continuará...

No hay comentarios:

Publicar un comentario